Al igual que otros integrantes de esta
izquierda de corte socialdemócrata, como Salvador Samayoa, Facundo Guardado,
Roberto Rubio, me negué a tragarme la mentira que la decisión del FMLN de
postular a Mauricio Funes era expresión de apertura y renovación. No sólo no
creíamos en Funes, porque jamás se había destacado como alguien que buscaba la
renovación de la izquierda, sino además no registramos en el FMLN ningún
proceso de debate interno, reflexión histórica, apertura hacía la sociedad
civil. No vimos, en resumidas cuentas, un proceso de renovación de liderazgos e
ideología. Era obvio que la decisión de postular a la presidencia a alguien
fuera del partido era simplemente resultado de una nueva la estrategia
electoral.
En los debates que se generaron, siempre
cité como ejemplo la candidatura de Felipe González en España. Dos veces se
negó Felipe a aceptar la candidatura del PSOE, hasta que este realizó dos congresos
con debates muy fuertes y profundos sobre la reorientación ideológica: de
marxista a socialdemócrata. Al fin llegó al poder como exponente de la
renovación de su partido – y de España.
Retrospectivamente, el debate del 2009
está resuelto. Funes se fue y dejó al partido FMLN como lo encontró: un partido
autoritario y ortodoxo. Muestra de esto: le sucedió en la presidencia el
dirigente más conservador y ortodoxo del partido, y no alguien con muestras de cierta
visión renovadora como Oscar Ortiz, Hugo Martínez o Gerson Martínez. El FMLN no
ha cambiado en nada, está comandado por el mismo triunvirato de José Luis
Merino, Medardo González y Sánchez Cerén. En esta secuencia. Funes se fue, y el
FMLN siendo castrista y chavista. Solo un poco más corrupto, gracias a ALBA.
En una tertulia larga -la última- en La
Ventana, mi amigo Roberto Pineda, Carlos Aparicio y Alex Segovia me querían
convencer que apostar a Funes era lo correcto: “Es la oportunidad histórica que
tanto hemos buscado. Desde el gobierno vamos a transformar la izquierda. O
transformamos al FMLN, o creamos una izquierda moderna, democrática que lo
desplaza..”
Tuvimos razón los escépticos que nos
negamos a unirnos a la fórmula Funes-FMLN. No transformaron al FMLN, ni le
pusieron a la par una izquierda democrática. Llevaron al FMLN al poder, entraron
en su gobierno - y no lograron nada en materia de transformar la izquierda.
Hoy el Frente quiere repetir el mismo
truco. El mago ahora se llama Nayib Bukele. Nuevamente alguien se nos vende
como ícono de la renovación de la izquierda: camisa blanca, campaña sin color
rojo, un ciudadano no militante. Pero esta vez no acompañado de intelectuales
de izquierda democrática como Héctor Silva y el doctor Dada, sino de expertos
en mercadeo, como Peter Dumas, Neto Sanabria, que vienen de la órbita de Tony
Saca.
Y nuevamente, el empaque engaña. La
candidatura de Bukele jr. no es resultado de un proceso de debate y desarrollo
democráticos dentro del FMLN. No existe, como no existió en el 2008 cuando se
cocinó la candidatura de Funes. Bukele es, igual como lo fue Funes, producto de
una estrategia electoral. Saben que luego de las derrotas que Norman Quijano
les dio a Violeta Menjívar y Schafik jr., el FMLN nunca más va a ganar San Salvador
con un candidato rojo. Igual que en el 2008, el FMLN está blindado contra el
debate interno, la crítica interna, la renovación. Bukele no va cambiar al FMLN
ni transformar nada. Ni como candidato, ni como alcalde. El Frente, sabiendo
que no puede ganar la alcaldía de San Salvador con un candidato militante, abre
espacio para un candidato externo para ver si la quitan a ARENA. Y Bukele, con
bastante astucia, juega su papel asignado como renovador de la política.
Cambiar la cara para que nada cambie…
Toda esta estrategia estaba diseñada para
enfrentarse a Norman Quijano, un candidato de larga trayectoria de militancia
den ARENA. Joven contra viejo. Ciudadano contra militante. Renovador contra
conservador. Empresario contra burócrata…
Con la entrada de Edwin al ring cambia
todo. De repente aparece como candidato un hombre que hace cinco años entró al
partido para renovarlo; quien impulsó en ARENA debates internos y articuló una
tendencia renovadora que comienza a asumir candidaturas importantes y direcciones
internas. Resultado de todo esto, que aun es un proceso incipiente y encuentra
muchas resistencia en el partido, ARENA tuvo que entregar a Zamora la
preparación y dirección de su Congreso. Con todo esto, Zamora se perfiló como
principal impulsador de la apertura, democratización y modernización de ARENA.
Tan así que cuando con la retirada de Norman Quijano se creó un peligrosos
vacío, el partido tuvo que pedir a Zamora que asuma la candidatura a la
alcaldía de San Salvador. La renovación se institucionaliza.
(El Diario de Hoy)