Estimado
Luis Martínez:
El otro día tuve el gusto de asistir a una gentil invitación a su institución. No tenía idea de qué se trataba y si me citaban en calidad de testigo o imputado. Entonces. acepté la gentil oferta de un amigo y reconocido letrado a acompañarme. Por si las moscas…
El otro día tuve el gusto de asistir a una gentil invitación a su institución. No tenía idea de qué se trataba y si me citaban en calidad de testigo o imputado. Entonces. acepté la gentil oferta de un amigo y reconocido letrado a acompañarme. Por si las moscas…
Los dos fiscales que me estaban esperando
se asustaron cuando vieron quién me acompañaba. Comenzaron a explicar al famoso
jurista y constitucionalista que él no podía
estar presente en esta diligencia, ya que el interrogatorio de un testigo es de
carácter reservado.
La buena noticia para mi era que no estaba
acusado de a saber qué delito, sino estaba ahí en calidad de testigo. La mala
noticia: Me estaban negando el derecho de contar con asesoría jurídica. Cosa
que nosotros rechazamos. Uno de los dos fiscales asignados al caso, del cual
aun yo no tenía idea de qué se trataba, comenzó a redactar un acta para hacer
constar que me negaba a declarar. Como ciudadano respetuoso a la ley, por
supuesto, insistí que tenía toda la voluntad de declarar.
Mi amigo y abogado comenzó a dar cátedra
de constitucionalismo básico, explicando que como ciudadano uno tiene derecho a
todo que no sea explícitamente prohibido por la ley. Los fiscales nos empezaron
a leer párrafos de diferentes leyes, pero en ninguno decía algo como: el ciudadano
que declara ante la fiscalía como testigo tiene prohibido acompañarse de un
abogado…
En cierto punto del debate me dijeron,
casi suplicando, que no me preocupara, que en el momento que dijera algo que me
incriminara, ellos inmediatamente me comunicaran que de testigo me estaban
cambiando a categoría de imputado – y en este momento tendría derecho a un abogado.
La respuesta del letrado que me acompañaba: precisamente para esto estoy aquí,
para evitar que mi cliente diga algo que a ustedes puede parecer como
auto-incriminación.
Claro, esta discusión jurídica sobre el
supuesto peligro de auto-incriminación no me gustó por nada. Entonces, tomé una
decisión: Como no hay nada de lo cual me podría incriminar, porque no existe
delito, estoy dispuesto a someterme al interrogatorio solito, sin abogado. Salgamos
ya de esto, y punto.
Al fin, la solución salomónica, a insistencia
de mi abogado: Yo iba a declarar solo, y mi abogado se iba a mantener pendiente
afuera, en el pasillo, para que yo pudiera salir a consultarlo en cuanto tuviera
la impresión que me estaban haciendo trampas para incriminarme. Tenía razón. Aunque yo no
cometí delito alguno, no hay garantía que no trataran de implicarme en algo.
Cosas peores se han visto…
No voy a contar nada sobre el interrogatorio,
en respeto al carácter reservado de mis declaraciones. Ni siquiera voy a contar
de qué se trataba, solo que tuvo que ver con la investigación general que la
fiscalía desde ratos lleva sobre la tregua - y con las declaraciones
irresponsables de un ministro del gobierno Funes…
Al fin nunca necesité a mi abogado. Pero
su mera presencia, aunque en el pasillo, garantizaba que no me podían hacer
trampas serias. Me hicieron las preguntas sobre el asunto que les habían
encargado investigar, y les aporté suficientes elementos para llegar a la
conclusión que no existía delito de parte de nadie.
Las trampitas que me hicieron, de repente
hablando de otras cosas a ver qué pescaban, las pude manejar solito. El asunto,
de todos modos, era tan poca cosa que no entiendo como llega a ocupar tanto
tiempo de tantos fiscales.
No pasó nada. Momento: ¿Realmente no pasó
nada? Pasó que me quedó la fea sensación que la fiscalía está negando a los
testigos que llegan a declarar el derecho constitucional de tener asistencia de
su abogado para protegerse del peligro de auto-incriminarse y pasar de repente
de testigo a imputado o incluso enchuchado. Si me hacen esto a mi que me
acompaño de un abogado tan prestigioso, ¿cómo no lo van a hacer a otros todos
los días?
Usted,
señor fiscal general, como garante del estado de derecho, tal vez puede quitarme
esta fea sensación y aclarar este asunto de una vez por todas. Saludos, Paolo
Lüers
(Mas!/El Diario de Hoy)