Ya tenemos seis meses de leer en estas páginas de opinión, semana
por semana, un extraño monólogo (ni siquiera en entregas, sino en
repeticiones) del señor Carlos Ponce. Su tema invariable: el peligro en
que está cayendo el país a raíz de la tregua entre las pandillas y la
decisión del Gobierno de facilitar su puesta en marcha y su
consolidación.
Me esforcé una vez, también en estas páginas, para
contestarle y explicarle que esta tregua está abriendo una oportunidad
histórica para el país, que --manejada bien por el Gobierno, los
partidos, los empresarios y la sociedad civil-- puede ponernos en el
camino de resolver el problema endémico de la violencia pandilleril, y
al mismo tiempo sus causas sociales. Pero no puedo contestarle cada
semana. Tampoco hay que usar estas páginas para aburrir. Mi experiencia
me indica que es inútil e imposible convertir un monólogo como el de
Carlos Ponce en un diálogo o en un debate que resulte en aprendizaje o
en alternativas de solución. Así que decidí mejor dejarlo hablar solo.
Me encanta el debate, pero no el diálogo de sordos.
A pesar de
todo lo dicho, la última columna titulada "El candidato de la nueva era
de criminalidad", de Carlos Ponce, publicada el miércoles pasado, sí
requiere de una respuesta clara. De repetir por décima vez que la tregua
es el primer paso de las pandillas en su mutación de organizaciones más
sofisticadas del crimen organizado, y de denunciar como negligente al
Gobierno de permitir esta mutación, Carlos Ponce ahora pasó a la
acusación abierta: Hoy resulta que todos los que están en favor de ir
abriendo espacios para que las pandillas y su entorno social puedan
efectivamente insertarse a la sociedad (a su marco legal y su aparato
productivo, convirtiéndose al final de este proceso en organizaciones no
delictivas), son cómplices y socios en la gestación de una nueva forma
de crimen organizado, donde conspiran y se combinan intereses
políticos-partidarios con intenciones criminales.
La lista de
sospechosos es larga: las pandillas, por supuesto; la Iglesia Católica,
que promueve el diálogo con los pandilleros; el ministro de Seguridad,
que facilita condiciones favorables para el sostenimiento de la tregua;
los periodistas y analistas que tratamos de crear una opinión pública
que comprenda la oportunidad que se abre para superar la exclusión y
reinsertar a los pandilleros; los empresarios, que se atreven a ofrecer
oportunidades productivas a los pandilleros y sus familias, y de paso,
por supuesto, el sospechoso de siempre, el FMLN, que según Ponce
trataría a ganar las elecciones con el apoyo de las maras...
Y a
la cabeza de toda esta conspiración nuestro criminalista Ponce detecta
"el candidato de la nueva era de la criminalidad", David Munguía Payés.
Bueno,
algo de culpa tendrá don David para que alguna mente enferma pudo
llegar a semejante teoría de conspiración. En privado y en público le he
señalado que, si realmente quiere lograr que el proceso que inició con
un acuerdo de tregua entre dos pandillas criminales se convierta en la
construcción de la paz, él tendría que renunciar a cualquier aspiración
electoral. También he señalado en varias ocasiones que nadie debería
tratar de instrumentalizar el tema de la tregua para fines electorales,
partidarios y políticos: ni el presidente, ni el ministro, ni el FMLN,
ni ARENA. Y hasta la fecha, con excepción de algunos discursos del
presidente Funes, nadie lo ha hecho. Pero Munguía Payés, hasta la fecha,
no ha cortado en seco todas las especulaciones sobre eventuales
candidaturas. Tampoco es así, como confabula Ponce que las está
buscando. De todos modos no hay nada que buscar: A la par de Sánchez
Cerén (o de Saca) don David se vería igual de fuera de lugar que yo como
secretario de prensa de Funes.
Carlos Ponce pinta para el 2014
"un escenario en el que los políticos buscarán a las organizaciones
criminales y les prometerán beneficios, protección y concesiones
futuras, a cambio de que ayuden a capturar votos y que, mediante su
particular forma de operar, se aseguren que los simpatizantes de
partidos rivales no emitan el sufragio el día de las elecciones". Lo que
no cuenta Ponce, aunque debe saberlo muy bien, es que esto es
precisamente lo que pasó, lamentablemente, en el pasado. Los pandilleros
tienen amplios testimonios de cómo emisarios prominentes tanto del FMLN
como de la ARENA de Tony Saca los buscaron para ofrecerles este tipo de
trueques: dinero y beneficios carcelarios por votos y grupos de choque
para las campañas. Y el problema de la violencia del país, en estas
negociaciones, nunca se tocó.
Aunque Carlos Ponce nunca lo va a
reconocer: El actual proceso de diálogo, a diferencia de los
acercamientos oportunistas y corruptos en el pasado, es exitoso y
sostenible porque esta vez nadie ha ni prometido ni canjeado nada. Y no
son serán las confabulaciones de un "criminalista científico" frustrado y
resentido que van a hacernos regresar a la escalada de violencia que él
necesita para desplegar su "experticia".