Tal vez el aporte más grande a este pensamiento conservacionista lo dio Charles Darwin, quien fue el primero en relacionar a los seres humanos con el resto de seres vivos. También de suma importancia son los aportes de Marsh en su libro públicado en 1864 Man and Nature: or, Physical Goegraphy as Modified by Human Action donde se establece que los seres humanos son agentes de modificación de su entorno.
Alrededor de 1950, se comenzaron a publicar muchos estudios que trataban sobre la problemática ambiental e intentaban dejar claro que el hombre no era “el centro de la creación”, sino una parte de una compleja red de relaciones. Además, muchas, de estas publicaciones plantean las bases de lo que hoy en día se conoce como biología de la conservación. Entre las publicaciones más importantes tenemos a: Leopald (1949), Elton (1958), Carson (1962), Dorst (1970), Ehrlich y Ehrlich (1968), y MacArthur y Wilson
(1967).
Ya para finales de los sesenta y principios de los setenta se había logrado crear la Reserva Biológica Doñana por José Antonio Valverde y en Inglaterra se comenzó a publicar la revista Biological Conservation. A partir de esta época, se publican otra serie de libros que fueron los fundamentos de la biología de la conservación (Delibes, 2002).
Los principios de la biología de la conservación fueron establecidos en una conferencia sobre el tema en la Universidad de California en San Diego, de la que salio publicado el libro que editó Soulé y Wilcox (1980). Ahí se define un principio fundamental de la biología de la conservación, que es el enfoque sobre la conservación de los componentes de la biota: conservar los genes, poblaciones, especies y ecosistemas. Soulé (1986) pone énfasis en las pequeñas poblaciones y en las que tienen riesgo de extinción, principio
muy importante de la biología de la conservación actual. Así mismo dice que: “la situación raramente permite disponer del tiempo suficiente para comprobar todas las hipótesis de trabajo relevantes; frecuentemente la mejor hipótesis deber ser seleccionada e implantada”. Este principio demuestra el carácter de urgencia que muchas veces se tiene en los problemas de conservación.
Ahora, los principios de donde se basa la biología de la conservación, tienen un sustento evolutivo desde el cual se analiza y proponen soluciones. A continuación, se extraen algunos puntos que Delibes (2002) presenta como unas pinceladas del modo en que el evolucionismo afecta los planteamientos de conservación tradicionales; así tenemos los siguientes: Un marco de desequilibrio (Pickett et al., 1992);Toda la biodiversidad es importante (Wilson, 1992), pero hay que centrar las actividades en aquellas especies focales; Lecciones del pasado o La sexta extinción, el Homo sapiens puede ser el causante directo de la próxima gran extinción; Hipotecas sobre el futuro, todos los factores actuales “ponen en interrogación la evolución futura” (Myers y Knoll, 2001); La genética, es la base de la conservación; La trascendencia de los vínculos ecológicos (Herrara, 2002); La valorización de la biodiversidad; y El lugar del Homo sapiens en el
árbol de la vida.
Estos puntos nos servirán para poder evaluar los planes de conservación de especies y la planificación espacios naturales protegidos. En la próxima entrega, trataremos de plantear algunos conceptos fundamentales para entender otra aproximación a la conservación denominada ecología de la conservación.