El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, cumplirá 12 años en el poder en enero próximo y sueña con la reelección hasta 2025. “Está cada vez más encantado de conocerse, más fascinado consigo mismo. Él es su mensaje. Chávez construye diariamente su autobiografía. No puede dejar de hablar de sí mismo, de presentarse como un ‘humilde’ salvador de los pobres, del país, de América Latina y, si le dan chance, hasta del planeta”, describe desde Caracas en entrevista para M Semanal el escritor venezolano Alberto Barrera Tyszka. El autor de la biografía Hugo Chávez sin uniforme, una historia personal (Random House, 2005), escrita con la periodista Cristina Marcano, es ganador del premio Herralde de literatura 2007 por su novela La enfermedad; conoce muy bien México, donde escribió telenovelas exitosas y audaces, como Nada Personal, la primera trama popular armada alrededor de intrigas políticas y magnicidios. Por eso afirma que el delirio petrolero del comandante venezolano “está más cerca del PRI y más lejos del cambio” que ha buscado la izquierda histórica en la región. El escritor argentino Tomás Eloy Martínez (1934 -enero 2010), autor de la biografía de Eva Perón, Santa Evita, celebró en su hora la investigación biográfica —relanzada este año en formato de bolsillo en México— que hurga hasta en los diarios íntimos que Chávez escribió en sus años clandestinos, resguardados por su amante alemana Herma Marksman y aún inéditos: “Es un formidable trabajo de exploración y explicación del caudillo más complejo de América Latina. Quien quiera entender a Hugo Chávez aprenderá más de las páginas de este libro que de sus caudalosas apariciones en los medios. Va a ser difícil superar esta biografía”.
OTRA BATALLA PERDIDA
Hugo Chávez colocó su imagen al centro de las elecciones legislativas del pasado 26 de septiembre, para convertirlas en un referendo de su liderazgo hacia los comicios presidenciales de 2012. Y perdió. Con una avalancha de cadenas nacionales de radio y televisión en maratónicas sesiones, Chávez proclamó la justa electoral como la primera etapa de su campaña por la reelección al cargo que ocupa desde 1999, pero se quedó atrás de la oposición que sumó 52 por ciento de los votos emitidos, 5.45 millones de sufragios. Chávez argumentó a periodistas extranjeros que ese balance es una “trampa” porque añade casi medio millón de votos del pequeño partido Patria Para Todos, una escisión del oficialismo rojo de quienes él mismo califica como “traidores”, aunque no formó parte de la coalición opositora. Por eso, las cuentas que Chávez dio ante el silencio de la autoridad electoral arrojan que su partido logró 5.4 contra 5.3 millones de votos opositores. Pero cuando la corresponsal de Radio Francia Internacional, Andreina Flores, le preguntó en una conferencia de prensa en vivo desde el Palacio de Miraflores cómo es que su partido había logrado 36 escaños más con sólo 100 mil votos de ventaja, Chávez explotó y la acusó de intentar deslegitimar su triunfo. En realidad, una reforma aprobada por el Congreso, que desde 2005 era controlada por el chavismo gracias a un fallido boicot opositor que abandonó la contienda en aquel año, le permitió al oficialismo lograr una mayoría simple al otorgar más curules en zonas despobladas como en la Amazonia y los llanos venezolanos, donde el oficialismo impone su ley.
La biografía escrita por Alberto Barrera.
El teniente coronel y comandante puso como meta una “operación demolición” del espectro multicolor de sus adversarios políticos, exigió a sus seguidores mantener la valiosa ‘mayoría calificada’ en el Congreso (tres cuartas partes), la que durante un lustro le ha permitido gobernar por decreto y emitir leyes para establecer su proyecto estatista de socialismo petrolero del siglo XXI, y el resultado fue la segunda vez que el ex militar ve naufragar sus planes en las urnas desde que apostó a la vía electoral, luego de salir de las conspiraciones cuarteleras que lo llevaron a dar un golpe de Estado el cuatro de febrero de 1992. La primera fue el dos de diciembre de 2007, cuando perdió por menos de un punto el referendo sobre una reforma constitucional para lograr la reelección definitiva y decretar el socialismo, aunque contra viento y marea logró otra consulta para modificar la Constitución y poder ser reelecto en forma sucesiva y sin límite de veces. Chávez dice que se conforma con gobernar hasta el 2025, es decir 15 años más.
CARISMA TELEGÉNICO
VF: ¿Cómo ha logrado sobrevivir la oposición al acoso gubernamental que busca “demolerla”?
AB: Fíjate que estás tocando uno de los problemas centrales del chavismo: su concepción militar de la política. Tenemos un gobierno que no sabe cómo convivir con el otro. Todo adversario es un enemigo al que hay que someter. Para Chávez, negociar es claudicar. Quien revise la retórica del poder en Venezuela se va a tropezar a cada rato con términos militares: los oficialistas se organizan en “patrullas” o en “brigadas”, van siempre a “batallas”, donde deben “pulverizar” o “liquidar” al “enemigo”… El nombre de esta última campaña electoral era Operación Demolición. Ahí ya hay una violencia instalada en el discurso, en las palabras; una intolerancia que supone que se debe eliminar al otro, que es necesario suprimir al diferente. Así, siempre será muy difícil adversar al gobierno. De entrada, por definición, la oposición siempre será ilegítima. Continuamente, desde el Estado, se le ataca, se le arrincona, se le sataniza. Si a esto le sumas los propios errores que durante todos estos años ha cometido la dirigencia de la oposición, el cuadro todavía es más complicado.
VF: ¿Cuál es el futuro de la búsqueda de un nuevo liderazgo opositor?
AB: No es fácil predecirlo. Los partidos de oposición han tardado casi 12 años en entender que debían unirse, que debían superar sus pequeñas luchas por pequeños intereses y tratar de enfrentar unidos al chavismo. Por fin lo han logrado. Pero todavía les falta mucho. Hasta hace poco, el único objetivo de la oposición parecía ser la salida de Chávez. Ese no es un programa a futuro, no es un plan de país. La oposición está obligada a administrar muy bien los resultados obtenidos el domingo 26 de septiembre. También ellos deben demostrar que han cambiado. Ahora les toca pasar de la unidad en la resistencia, de la unidad electoral, a una unidad más profunda, alrededor de un nuevo proyecto de país.
VF: ¿Existe la posibilidad de que surja un líder que desafíe a Chávez como lo intentó sin éxito el gobernador del petrolero estado de Zulia en 2006, ahora exiliado?
AB: Sí. Hay varios liderazgos regionales que podrían enfrentar a Chávez en 2012. Pero no sé si a la oposición le conviene entrar, desde ya, en una larga contienda interna por un candidato. Quizás deberían seguir consolidando la unidad de ese grupo variopinto y construir, y luego comunicar, un proyecto de país alternativo. Enfrentar electoralmente a Chávez siempre es muy difícil. Cuenta con todo el ventajismo del Estado y de las instituciones, lo usa además sin ningún escrúpulo; tiene un carisma telegénico impresionante y está montado, además, sobre una gran campaña oficial que promueve el culto hacia su persona. No es poca cosa, ¿no?
VF: ¿Cuál es el principal mensaje de Chávez a sus seguidores?
AB: El principal mensaje de Chávez es Chávez. Lo que mejor sabe hacer es ganar elecciones. Probablemente sea un fracaso gerenciando el Estado, pero sigue siendo excelente a la hora de administrar las esperanzas de los pobres.
VF: ¿Te sorprendió el éxito de la campaña opositora?
AB: No demasiado. Hay obviamente un desgaste del gobierno. Llevan casi 12 años en el poder, han recibido la mayor cantidad de dinero que haya recibido cualquier gobierno en la historia del país gracias al pasado boom petrolero, y los resultados no son extraordinarios. Somos el país con la inflación más alta en toda América (25 por ciento). Nuestras cifras de criminalidad son peores que las de México, para darte un ejemplo (Venezuela: 75 asesinatos por 100 mil habitantes, México 12; Caracas: 200, Ciudad Juárez, 170). Todavía no salimos de una enorme crisis eléctrica con apagones prolongados. Desde el poder no se han atendido debidamente las fuertes denuncias de casos de corrupción que han aparecido y quizá ahora, por primera vez en esta época chavista, aparece, resucita en Venezuela el llamado “voto castigo”.
SOCIALISMO PETROLERO DEL SIGLO XXI: UN PROYECTO DERROCHADOR
VF ¿Quiénes son esos cinco millones de chavistas y cuál es la distinción entre los votantes duros uniformados de rojo y los flotantes?
AB: Las distinciones no son fáciles. Se habla de 25 o 30 por ciento de “chavismo duro”, militante, devoto. Es una cifra que más o menos siempre ha mantenido el gobierno. Lo que ha venido variando, y en forma cada vez más decreciente, es eso que tú llamas el chavismo “flotante”: puede entrar la amplia base de funcionarios públicos —muchos de ellos obligados incluso a ir a las marchas políticas a favor del gobierno—, hasta un sector de la población que está decepcionada de Chávez pero no lo suficiente como para apoyar a la oposición. De todos modos, yo no confiaría demasiado en las estadísticas de este proceso electoral. Por más que Chávez se haya echado sobre los hombros la campaña, por más que haya intentado personalizar a su alrededor todo el debate, los venezolanos sabían que se trataba de unos comicios legislativos, que la figura del Presidente no estaba realmente en juego. Es posible que el escenario de 2012 sea distinto.
VF: ¿Compartes la visión del historiador Manuel Caballero, autor de La peste militar sobre la matriz militarista y autoritaria del liderazgo de Chávez?
AB: Yo insistiría en que es imposible entender a Chávez y al chavismo sin la variable militar pero, sobre todo, sin la variable petrolera. Creo que esa condición es definitiva para nosotros los venezolanos. Pienso que Venezuela es un país muy diferente al resto de América Latina. En ninguno de nuestros países llenar de gasolina el tanque de un coche te sale más barato que una botellita de agua. Nuestra relación con las nociones de riqueza, de trabajo, con nuestra idea de Estado, de política, de lo público (...) es distinta a la que se puede dar en Paraguay, en Guatemala o en México. Chávez representa eso perfectamente. Él es la encarnación del sueño venezolano de la vida fácil. Desde niño ha sido financiado por el Estado. Nunca ha salido a la calle a buscar trabajo, a competir por un puesto laboral. Condena la riqueza porque no tiene que producirla, porque se sabe rico. No es nada nuevo en nuestra historia nacional. Llevamos demasiados años pensando que en el fondo todos somos ricos, que somos unos millonarios despojados de su herencia, que lo único que hace falta en el país es que alguien ponga orden y distribuya bien el dinero que tenemos. Esa, quizás, en el fondo, sea la verdadera utopía. Una gran contradicción. El socialismo del siglo XXI es un proyecto consumista y derrochador; sólo puede existir en un país petrolero.
VF: ¿Cuáles son las claves del fenómeno, las tramas de esa fe, y cuáles son sus posibilidades de perdurar?
AB: Las claves son demasiadas, y están todas relacionadas. Nada de lo que ocurre en Venezuela puede explicarse, por ejemplo, sin las condiciones de miseria en las que vivía el país. La desigualdad era y es la gran tragedia de Venezuela y de América Latina. Mientras las élites no entiendan y enfrenten ese problema como algo propio, nuestros países están destinados a cualquier tipo de soluciones suicidas. Los sueños de la pobreza también producen monstruos. Yo no sé si el proyecto chavista puede o no perdurar. Pero no creo que, en todo caso, perdure como una alternativa válida e interesante. Me temo que, por desgracia, Chávez está arruinando, para el país y para Latinoamérica, una de las grandes posibilidades de la izquierda. Después de 11 años Chávez está más cerca del PRI y más lejos de ser una alternativa distinta en el continente.
VF: ¿La corrupción de país petrolero es un fenómeno venezolano o hay una singularidad chavista?
AB: No creo que haya mayores singularidades chavistas. Venezuela lleva demasiados años siendo una sociedad depredadora, donde la mayoría de los sectores y de los ciudadanos vivimos viendo cómo saqueamos el botín del Estado, qué provecho se puede sacar de los público. Cada quien a su nivel, sin importar las ideologías ni los credos.
SER UN MITO
VF: ¿Cómo se ha trastocado la vida cotidiana en la Venezuela de Chávez?
AB: Todas las sociedades polarizadas tienen un alto nivel de intoxicación, ¿no? Probablemente, en gran medida, esa es la fuente de la crispación. Vivimos desde hace años con una sobredosis de política. Todo es apocalíptico. No hay ideas, sólo hay emociones. En cualquier momento puede darse el final de la historia. Eso produce, también, un desgaste inmenso. Es parte del hechizo que supone “inventar” de pronto una revolución. Quizás ese también sea parte del problema, esta fantasía tropical de una gente que, después de ganar unas elecciones, decidió comenzar a comportarse como si acabaran de tumbar a un dictador, como si acabaran de bajar de la Sierra Maestra y de ganar una guerra. Vivimos sometidos por este invento, por esta fantasía. La “revolución” es también un lujo petrolero.
VF: Eso lo percibí durante tres años que fui corresponsal extranjero en Caracas hasta hace dos años. ¿Qué encontraría diferente si regresara hoy a Caracas?
AB: Si tú vinieras hoy a Caracas, te darías cuenta de que el manejo mediático del país es muy peculiar. Hay gente que cree que esto es Cuba, que aquí hay una dictadura. Y por supuesto que no es así. Pero tampoco es, en los términos en que lo conocemos, una democracia “clásica”. Venezuela forma parte de esos nuevos híbridos, de esos sistemas disciplinados, legitimados por ciertos protocolos democráticos, pero que mantienen férreos controles de poder. Se trata de un autoritarismo legitimado, que necesita nombrarse y definirse con otros términos.
VF: ¿Cómo ha evolucionado el personaje de la biografía Chávez sin Uniforme desde 2005, esa “carta de navegación imprescindible” para comprender el chavismo como la definió el ex guerrillero Teodoro Petkoff, ahora en las filas opositoras?
AB: Chávez ha cambiado mucho de 2005 a esta fecha. En ese tiempo, por ejemplo, no tenía la definición ideológica que tiene hoy. Tampoco su relación con Fidel, y la invasiva participación de Cuba en Venezuela, era tan contundente como es hoy. Creo que también Chávez tiene ahora otra conciencia y otra aspiración con respecto a sí mismo y a su papel en la historia. Cada vez está más encantado de conocerse, más fascinado consigo mismo. Él es su mensaje. Chávez construye diariamente su autobiografía. No puede dejar de hablar de sí mismo, de presentarse como un “humilde” salvador de los pobres, del país, de América Latina y, si le dan chance, hasta del planeta. Su campaña de promoción personal, tanto nacional como internacional, es asombrosa. Chávez quiere ser un mito. Lucha desesperadamente por entrar en el firmamento de las leyendas revolucionarias latinoamericanas. Su gran problema es que le falta una historia épica. Tiene que inventársela. Necesita enormes enemigos, agravios descomunales, grandes peligros. Por eso, también, insiste en emparentarse con Bolívar, en presentarse como un nuevo libertador, como el héroe que —200 años después— viene a completar el trabajo de Bolívar, a darnos la verdadera Independencia. Así se presenta ahora. Sin vida personal. Casado con la Patria. Tratando de pasar de sucios terrenos de la política a la eternidad de la religión.
(Milenio Semanal/México)