Para elegir sus autoridades, el FMLN ha convocado elecciones internas, pero a la hora de elegir, la mitad de sus afiliados se dio cuenta que ya no existen en el padrón electoral de su propio partido. Se estima que unos 30 mil miembros del partido perdieron el derecho de elegir y ser elegidos. No por disidencia; no por faltas éticas. Simplemente porque fueron declarados miembros de segunda clase.
Detrás de esto hay un cambio de los estatutos que la dirigencia del FMLN promovió para regresar al concepto leninista de organización llamado ‘centralismo democrático’. El FMLN, luego de experimentos con apertura y democracia, regresó al viejo modelo del partido de cuadros.
Schafik Handal lo explicó así: “Para transformar la realidad en El Salvador necesitamos un Partido que siga fiel a la misión revolucionaria de cambiar este sistema. Su composición, su organización y funcionamiento deben ser coherentes con esa misión.” (’El FMLN y la Vigencia del Pensamiento Revolucionario en El Salvador’; diciembre 2005. No es casualidad que escriben ‘Partido’ con mayúscula...
En una de tantas reformas a sus estatutos, el FMLN se establecieron dos categorías de miembros: los ‘afiliados’, que no tienen derecho de votar ni de ser elegidos para las directivas municipales o departamentales, ni muchos menos para las autoridades nacionales del partido; y los ‘militantes’ que gozan de este privilegio. Para pertenecer a esta elite de ‘cuadros revolucionarios’ del partido, no es suficiente que alguien haya sido combatiente durante la guerra y participado en las campañas electorales de la post-guerra. Hay que cumplir otros requisitos:
“Son deberes Adicionales de los Militantes:
a) Participar de manera sistemática y obligatoria en un Comité de Base;
b) Formar parte de organizaciones sociales;
c) Defender la unidad del Partido alrededor del cumplimiento del programa, las plataformas y la Carta de Principios y Objetivos;
d) Cumplir los acuerdos y resoluciones que conforme a estos Estatutos adopten los organismos y autoridades del Partido;
e) Practicar la critica y autocrítica, sobre los enfoques, decisiones, métodos y conductas erróneas;
f) Actuar con base a los valores y principios de la ética revolucionaria...”
Esta no es la descripción de un ciudadano que en su tiempo libre quiere ejercer el derecho cívico de participar en política. Es la descripción de un soldado de partido, supeditado a disciplina vertical; de un cuadro revolucionario profesional obediente a la dirigencia partidaria.
¿Quien decide si alguien cumple o no estos requisitos? El partido, o más bien la Comisión Política. Estamos hablando de un partido en el cual no pueden libremente participar los ciudadanos.
Es un círculo vicioso: Para nombrar autoridades partidarias, sólo tienen derecho de elegir quienes han mostrada su fidelidad a las autoridades del partido y que están dispuestos a someterse al lineamiento y la permanente evaluación por parte de estas autoridades. Es de esta manera que los partidos leninistas en todo el mundo siempre tienen resultados casi unánimes en todas las votaciones internas. Y siempre sus direcciones son casi eternas...
En el FMLN se impuso esta concepción del partido de cuadros sobre la otra que existía cuando terminó la guerra: la de un partido horizontal de ciudadanos. Una gran mayoría de los combatientes y militantes del FMLN histórico se desmovilizaron, al sólo terminar la guerra. Esto no solamente significaba que depusieran las armas, sino también que regresaran a la vida civil: a sus estudios, sus profesiones, sus familias, sus milpas, sus negocios; y que abandonaran la política a tiempo completo, que la guerra les había impuesto.
Para estos miles de ‘desmovilizados’, la única posibilidad de seguir políticamente activos era que el FMLN se convirtiera en una organización civil, de ciudadanos, donde uno podía dedicarse a la política en su tiempo libre, priorizando su inserción social, profesional, comercial y familiar.
El FMLN hizo lo contrario, dejando a afuera a miles de ex-combatientes y miles de personas que habían contribuido a sus luchas activamente durante años. Se hicieron dueños y amos del partido los ‘cuadros revolucionarios’, los políticos a tiempo completo, los soldados del partido. La ‘vanguardia’.
Las más grandes y poderosas organizaciones del FMLN histórico, que durante la guerra pusieron la mayor parte de los combatientes (y también de los muertos), rápidamente perdieron peso en el trabajo partidario del nuevo FMLN de la post-guerra, porque el 90% de sus miembros se insertaron a la vida civil. El Partido Comunista, en cambio, se hizo más grande, porque no sólo mantuvo la mayor parte de sus integrantes como cuadros partidarios, sino que además trajo de regreso a cientos de sus cuadros que durante la guerra estudiaron en países del bloque socialista, preparándose precisamente para esto: la construcción del partido. Así se explica el enigma de que la organización menos importante durante la guerra (el Partido Comunista) lograra tomar el control del partido en tiempos de paz...
Este proceso tiene su conclusión con la última limpieza del padrón electoral que deja afuera a 30 mil miembros y garantiza el control definitivo de los comunistas en el partido FMLN.
Una Ley de Partidos Políticos, par tener sentido, tendría que democratizar los procesos internos de los partidos. Por esto, la prisa de la dirección del FMLN de crear hechos dentro de su partido antes de que se aprueba una Ley de Partidos.
El otro extremo, que también tendría que ser erradicado de la práctica de los partidos, es lo que pasó recientemente en el PDC, y que de manera similar, ha sido la práctica en ARENA y el PCN también: la recomposición de las direcciones partidarios por el mecanismo del dedo.
De repente aparecen nuevos integrantes de una Comisión Política o de un COENA que llegan a un cargo de dirección partidaria como llega un futbolista al Barca o al Milán: de afuera y por contrato. No han pasado ni de sombrea por ningún proceso interno, ni siquiera han sido miembros de la institución, sino que por un acuerdo con el dueño del club se integran al equipo. A mi me agradan las personas que se integraron en la nueva dirección del PDC, pero hay que decir: la manera cómo llegaron es tan absurda y antidemocrática como los procesos tramposos dentro del FMLN.
Realmente, hace falta una Ley de Partidos que defina los principios y mecanismos democráticos de los partidos.
(El Diario de Hoy)