En muchos films representan con mucha creatividad algunos actos inconsecuentes e incoherentes de funcionarios públicos. Algunas veces queda un sabor cómico por su semejanza con la realidad salvadoreña.
También en las películas de terror cuando la última escena es muy tensa y aparecen sorpresivamente los créditos, decimos “uff! Solo era una película” y damos un respiro.
Hace dos semanas seres humanos incendiaron un bus con personas adentro, mientras cuadras adelante otros asesinaban a pasajeros con armas de fuego. Esto no es una película de terror ni Hollywood, y lejos de darnos un respiro, duele en lo más profundo del alma saber que hay salvadoreños que actúan con tal salvajismo contra personas inocentes que nada tienen que ver con sus propósitos o intereses.
Frente a ese hecho reaccionó nuestra estructura política proponiendo nuevas medidas para combatir la violencia: La Ley Antimaras – que fracasó años atrás y fue declarada inconstitucional-, La Pena de Muerte – más violencia-, la lectura obligatoria de la biblia por 7 minutos diariamente en las escuelas públicas –medida que no contempla la complejidad de Las Escrituras y que para interpretarlas se necesita más que 7 minutos y un docente-.
¿Qué dice “el techo” respecto a todo esto? ¿Estaremos diciendo algo más cuando aparecemos 30 segundos en TV pidiendo la donación a la sociedad? ¿Estaremos tratando de enviar un mensaje cuando miles de voluntarios se organizan y salen a las calles con alcancías invitando a donar a los automovilistas y peatones? ¿Qué más estaremos haciendo cuando nos vamos de nuestras casas por 5 días a construir cientos de viviendas de emergencia en asentamientos precarios?
Es difícil decirlo todo en 30 segundos en TV, o mientras pedimos con alcancías en las calles.
Con el trabajo de miles de jóvenes voluntarios en los asentamientos le gritamos al país entero que si existe una juventud consciente de la realidad que pone al servicio de los más pobres toda su energía, todo su conocimiento, su tiempo y sus capacidades. Demostrando así que no estamos dispuestos a aceptar esta realidad de injusticia y violencia y que exigimos acciones urgentes que ataquen las causas que promueven estas condiciones en el país.
En 30 segundos es difícil demostrar lo transformador que es para los voluntarios universitarios el trabajo junto con los pobladores de las comunidades y el grado de responsabilidad y conciencia que este encuentro genera en los jóvenes al asumir que su educación superior es un privilegio.
Debemos seguir rompiendo las barreras que hay entre las universidades y los asentamientos a través del trabajo directo de estudiantes con pobladores, debemos sumar a más sectores sociales en este proyecto país conquistando de una vez por todas los espacios que los jóvenes merecemos para participar, proponer y ser escuchados. Así, El Salvador será -en el mediano plazo- lo que los jóvenes de ahora queramos que sea.