Hasta los hechos más impactantes parecen que no alcanzan a descarrilarnos de la rutina de las discusiones estériles. Ayer en un canal de televisión estaban discutiendo si los pandilleros son -o no son- aptos para ser resocializados; si son enfermos curables o enfermos incurables.
Este no es el punto. El individuo y su estado mental no es el punto. Se trata de crimen organizado, cuyas estructuras hay que derrotar y erradicar.
El problema no son los 15 mil locos metidos en pandillas e involucrados en crímenes de alto grado de violencia, ni tampoco los 15 mil jóvenes en peligro de contagiarse de esta locura.
Locos siempre hay. Esto es imposible cambiar. Violencia siempre hay, y habrá que seguir con los programas que a largo plazo pueden disminuir el potencial de violencia den la sociedad. Lo que hay que erradicar son las estructuras operativos, logísticas, de mando, de planificación de las pandillas. En esto hay que concentrarse. Si se logra quebrar estas estructuras, los miles de locos en las calles siempre serán locos y siempre serán un problema, pero ya no tuvieran las condiciones para andar matando sistemáticamente. Porque para que los locos maten como están matando en El Salvador, necesitan estructuras criminales que asegura impunidad, planificación, organización.
Está bien que haya programas para tratar de resocializar a los locos metidos en las pandillas. Son necesarios, al igual que los planes de prevención. Está bien que haya más policías en la calle para agarrar a los maleantes. Pero todo esto no es esencial para ganar la batalla contra el flagelo que padecemos.
Necesitamos leyes e instituciones que enfoquen toda la investigación, la inteligencia y el combate en las estructuras del crimen, no en el delincuente individual y el delito individual. El fin último no es meter preso a cualquier delincuente por cualquier delito particular, sino quebrar las estructuras de planificación, mando y financiación detrás que mantiene la maquinaria delincuencial - y que la hace eficiente y lucrativo.
¿Cuántas cabezas puede tener la serpiente? ¿Cuántos estrategas pueden tener las pandillas? ¿Cuántos expertos en lavar el pisto que sacan de extorsiones, secuestros y narcotráfico? ¿Cuántos mandos que pueden organizar acciones como la del bus de Mejicanos, o organizar la entrada de armas? A lo mejor, sumando a todos estos mandos y expertos, no son más de 500.
¿Qué tan difícil puede ser identificarlos? Los investigadores de la PNC dicen: sabemos quienes son, pero no podemos probarles nada. Ahí exactamente reside el problema.
Con las leyes que tenemos, con suerte podemos meter algunos de ellos en la cárcel, pero nunca destruir las estructuras. Para esto hay que hacer leyes adecuadas. Leyes antimafia. Leyes anti crimen organizado. Y hay que organizar de manera absolutamente diferente la policía criminal y la fiscalía, en grupos de trabajo (task forces) que enfocan en las estructuras, no en delitos parciales.
Ahora cada asesinato en Apopa se lo encargan a un fiscal diferente, en vez de olvidarse del principio ‘delito por delito’ y crear un ‘grupo de tarea Apopa’ que se dedica a investigar, de manera permanente y sistemática, todos los crímenes relacionados a las pandillas de Apopa, hasta que les pueden caer a las casas, a los carros, a las cuentas bancarias y a los jefes. No importa por qué delito. Por el delito que les pueden comprobar y que puede dar la pauta para decomisarles todos, hasta el reloj de la abuelita, el anillo de la hija, la camioneta de la suegra...
No importa si los 31 asesinatos en Apopa al fin se aclaren cada uno. Puede ser que no, lo esencial es que se desmantele la pandilla responsable de los 31 muertos comprobándoles lavado de dinero o cualquier otro delito. Al Capone mandó a cometer docenas de asesinatos. El FBI nunca le pudo comprobar ningún asesinato. Pero le echaron preso por evasión de impuestos y botaron la llave. Y desmantelaron su imperio criminal.
Eso hay que hacer. Si se logra esto, los miles de locos ya no serían un ‘ejército’, sino se reducen a un problema de sanidad pública manejable con una policía comunitaria bien entrenada. Sin estructura, sin mando, sin lavado de dinero, sin moral, los violentos pierden la capacidad de mantener el reino de miedo en que nos tienen ahora. Hay que quebrarles las estructuras y la moral.
El FBI sabe cómo organizar esto. Los fiscales anti mafia de Italia lo saben. No hay que tratar de inventar la pólvora en El Salvador.
(El Diario de Hoy)