Ni la derecha, ni la izquierda, ni mucho menos el centro han producido un partido que se dedique consecuentemente a empujar las reformas indispensables para fortalecer la democracia y crear las bases para el crecimiento y el desarrollo social. Estamos hablando de reformas en todos los ámbitos: de las instituciones, del sistema electoral, de las relaciones estado-ciudadanía, del sistema judicial, de la educación, de la salud, del transporte público, del sistema de previsión social y del medio ambiente. Reformas que fortalezcan el pluralismo, la descentralización del Estado, la independencia de los poderes...
La izquierda salvadoreña representada en el FMLN se ha atrincherado en las obsoletas ideas de la transformación revolucionaria, del Socialismo del Siglo 21, del castrismo, del chavismo. Sea cual sea la denominación de estas sectas, siempre incluyen el rechazo al reformismo como estrategia de mejorar y hacer más eficiente y justo el sistema, en vez de derrocarlo y sustituirlo.
La izquierda democrática ha empeñado su independencia y su espíritu reformista cuando entró en alianza con el FMLN.
La derecha salvadoreña no logra superar el conservadurismo y no se atreve a apostar a un liberalismo político radical y reformista. Todavía sobran en la derecha quienes ven a los reformistas como comunistas disfrazados.
El centro no existe, precisamente porque nunca se ha atrevido a abrazar el reformismo, sino se ha aliado o con la izquierda antisistema o con la derecha conservadora. El centro no genera visiones de transformación e innovación, sino produce satélites y oportunismos.
Dentro del FMLN, los pocos reformistas, como Óscar Ortiz, quedan aislados y vetados del poder partidario. No hay ningún signo que esto va a cambiar en los próximos años. Tal vez después de que la izquierda ortodoxa, pensando que ahora viene su hora, sufra su Waterloo en el 2014. Tal vez... o al vez no.
Teóricamente, la única fuerza partidaria que a corto plazo podría convertirse en el motor de las reformas, aprovechando creativamente su profunda crisis interna, es ARENA. Pero esto es una posibilidad muy remota. Sólo será posible si sus dirigentes entienden y logren convencer a sus bases que otro camino no les queda si quieren evitar que el país, en las dos elecciones próximas, caiga en manos de una izquierda revanchista, ortodoxa y autoritaria. Sólo si los sectores progresistas de la derecha dejen de soñar con una gran alianza de la derecha, incluyendo a la derecha reaccionaria e incluso la derecha mafiosa, y se atreven a buscar alianzas y visiones comunes con la izquierda democrática. Y sólo si esta, a su vez, deja de soñar con la ‘unidad de la izquierda’ y supeditarse al FMLN.
La única manera de evitar las transformaciones anti-sistema y anti-democráticas que el FMLN recetaría al país en el momento en que logre ganar una mayoría legislativa y un ejecutivo en manos de la cúpula ortodoxa, es un programa creíble y coherente de reformas que mejoren y fortalezcan la democracia y sus instituciones, el Estado y la Economía Social de Mercado. No existe ninguna posibilidad que una derecha conservadora, que se resiste a reformas que establezcan más democracia y más equidad, convenza al electorado salvadoreño y detenga el crecimiento del FMLN.
¿Estoy planteando convertir ARENA en un partido de izquierda? No. Sería absurdo. Pero convertirlo en un partido democrático, liberal y reformista, abierto a alianzas nuevas y progresistas... sí. ¿Será posible? No sé. Depende de la disposición de sus dirigentes de realmente asumir la tarea de defender el sistema de democracia representativa, de libertades y de una economía social del mercado.
La única defensa posible de este sistema es una permanente reforma que lo haga más democrático y más justo. De otra manera, sin convertirse en la fuerza motriz del reformismo y sin estar dispuesta a compartir este papel con sectores de izquierda democrática, la derecha no puede asumir la defensa del sistema. Para proyectos reaccionarios y medio fascistas, ya no hay espacio en El Salvador. La política de defensa del sistema, si quiere debilitar y marginar del poder a la extrema izquierda, al mismo tiempo tiene que hacer lo mismo con la derecha extrema y con la derecha mafiosa. Un analista suramericano, que recientemente visitó El Salvador, hizo un comentario muy acertado: Lo de ARENA es mucho más que un proceso de renovación, es un proceso de creación de un partido. ARENA nunca tuvo vida como partido, era un aparato político para los presidentes y una maquinaria electoral, pero no un partido. Mucho menos un partido democrático.
Si de todos modos ARENA tiene como tarea pendiente fundarse como partido, significa que tiene la oportunidad histórica de reinventarse como quiere y como el país necesita. La salida de su caudillo Saca sólo tiene sentido si significa el fin del caudillismo y del populismo. La salida de los corruptos sólo tiene sentido si significa el fin de la corrupción, de los privilegios, del clientelismo. Falta una definición política clara y audaz, dirigida al futuro y la reforma. Falta una autocrítica creíble y radical. Falta que abran las puertas al relevo generacional y a alianzas con otros sectores reformistas. Si nada de esto pasa -o sólo a medias- ARENA no tiene futuro. Será igual de obsoleto que el FMLN, y los dos tendrían que ser desplazados por actores nuevos que sí entienden la necesidad de transformar al país.
(El Diario de Hoy)