Ahora Funes se graduó de “líder regional” -porque así se refirió Obama a su huésped.
Lo que no nos contaron es que la presencia de un nuevo “líder regional” sólo tuvo mención en el saludo protocolario que pronuncio Obama en la Casa Blanca, pero no tuvo ningún impacto en los medios. Ni el New York Times ni el Washington Post ni el Wall Street Journal mencionaron la magna visita. Sólo apareció en Estados Unidos en algunos medios latinos.
Fue una visita de rutina. Fue un éxito, porque se amarró la prolongación del TPS para los inmigrantes salvadoreños y porque sirvió para normalizar las relaciones diplomáticas entre San Salvador y Washington con el nombramiento del embajador salvadoreño en Estados Unidos. Para un gobernante electo por un partido como el FMLN, es un éxito la manera normal y rutinaria que la Casa Blanca ha recibido a Mauricio Funes.
Pero sólo quien está demasiado atraído por la cercanía al poder puede confundirse y pintar la visita en Washington como un evento trascendental y como prueba del liderazgo del presidente Funes. ¿Cuál liderazgo centroamericano? En el asunto hondureño, dicen todos en coro. La verdad es que Funes se ha plegado de manera muy pragmática y prudente a la política norteamericana hacia Honduras, primero cuando Washington decidió acompañar al ALBA en la campaña internacional para aislar a Honduras; y también cuando Washington al fin decidió facilitar el reconocimiento internacional del gobierno Lobo. Esto convierte a Funes en un enlace importante para los hondureños para volver a ingresar al SICA y a la OEA, ¿pero en líder regional? ¿Líder de quiénes? Seguramente no de los hondureños, quienes con todo derecho siguen desconfiando de quienes los abandonaron y les querían imponer la permanencia de Zelaya en el poder. De qué manera Funes se puede haber convertido, de la noche a la mañana y en Washington, en un líder para Honduras, Panamá, Costa Rica y Guatemala, sigue siendo un enigma.
Para realmente convertir su visita a Washington en un evento importante y en un exitoso más allá de la rutina y cortesía diplomática, Funes tendría que haber hecho varios movimientos audaces. Para realmente dar sentido político a sus reuniones con el liderazgo de las dos cámaras del Congreso, Funes tendría que haberse reunido con la oposición republicana. No lo hizo. Se reunió con los dirigentes demócratas. Con los más cercanos. Nuevamente: se puede llamar éxito el hecho que los máximos dirigentes demócratas del Congreso recibieron al presidente salvadoreño. Es un éxito, si antes existía duda de si lo iban a tratar con toda normalidad o como bicho raro. Lo trataron con normalidad. ¿Y qué? ¿Este es le gran éxito?
Un evento político trascendental hubiera sido sentarse y dialogar a calzón quitado con los dirigentes republicanos. Meterse en la cueva del león, de donde provienen los obstáculos para el TPS, para un aumento de la asistencia norteamericana a un gobierno del FMLN, y sobre todo, para la reforma migratoria.
No mencionar en Washington en voz alta la necesidad de una reforma migratoria puede haber correspondido a la compleja coyuntura interna que enfrenta Obama. Pero de ninguna manera al interés de El Salvador y Centroamérica. Tal vez no hubiera sido prudente presionar a Obama en este punto, sabiendo que él ahora tiene otras prioridades que negociar con la oposición republicana. Pero confrontar a los republicanos con la necesidad impostergable de la reforma migratoria para Centroamérica hubiera sido un paso en la dirección correcta. Incluso, quien sabe, en dirección de un liderazgo regional...
La otra importante misión en Washington eran las negociaciones con los organismos monetarios internacionales: Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Fondo Monetario. También esta parte los corresponsales de la Corte presidencial nos la pintan como gran éxito, cuando en verdad es ejemplo triste de falta de sinceridad, estrategia y audacia.
Si de verdad los organismos internacionales, para soltar más créditos adicionales para El Salvador, querían ver a los representantes de los partidos en la mesa de negociación en Washington, es porque exigen como condición que el gobierno entre en una concertación con la oposición, encaminada a un pacto fiscal que no sea impuesto, sino consensuado con oposición y empresariado. Si esto era el reto estratégico que los organismos internacionales pusieron a El Salvador, obviamente salimos reprobados. El hecho de que Casa Presidencial, que no tenía previsto invitar a ningún representante de ningún partido al viaje a Washington, trató de convocar a los dirigentes partidarios a última hora, es sólo la muestra patética de otro problema mucho más serio: no existe proceso de concertación. Lo que a última hora trataron de montar en Washington era un show de algo que no existe. Los famosos “pueblos Potemkin” que el gobernador mostró al Zar, pero que eran puras fachadas...
¿Cómo proyectar en Washington unidad y concertación nacional, si a los partidos los convocan a última hora y sin concertación previa? Y con el resultado de que ni siquiera el jefe de su propio partido aceptó acompañar al presidente en estas condiciones...
Así obviamente no se prepara una visita en Washington, si realmente se quiere más que la normalidad y rutina. O sea, si se quiere más que lo mínimo: que me reconozcan como legítimo gobierno común y corriente.
Si se quiere más que esto y logros tangibles, hay que trabajar en casa y en Washington de otra manera. Hay que concertar antes en casa y conjuntamente llevar el resultado a Washington, a la Casa Blanca, a la oposición republicana y a los organismos internacionales. En este sentido, la visita de Funes a Obama fue una oportunidad no aprovechada.
(El Diario de Hoy)