sábado, 12 de septiembre de 2009

Carta a los lectores de Más!

Estimados lectores de Más!

Esta es el número 100 de las cartas, con las cuales estoy poniendo a prueba la paciencia y tolerancia de miles.

Yo tengo claro que ustedes compran el Más!, no sólo porque cuesta una cora, sino porque no habla tanta paja. Dice las cosas de otra manera, al grano, sin pena.

Muchos aman el Más! por esto. Y otros lo detestan – dicen que es el periódico para los tontos para que sigan tontos. Me dicen: “¿Por dios, Paolo, cómo puedes escribir para este periódico?” – y yo les digo: “¡Porque me encanta! Tontos ustedes que necesitan tanta paja para decir una cosa simple. Aquí puedo decir las cosas por su nombre, como en la calle...”

El Más! es calle, ¡¿y qué?! En la calle se habla claro o mejor se calla.

Escribo en el Más!, porque ahí me entienden. Tal vez no están de acuerdo con mis ocurrencias –¡no importa!-, pero me entienden.

Eso espero.

¿Y saben por qué otra razón me encanta escribir en este periódico? Por las caras de espanto que ponen los que se mueven en círculos más finos, cuando detectan que escribo en el Más! El otro día un amigo me habló para decirme: “Paolo, ¡tenés que hacer algo! En el Más! sacan unas cartas usando tu nombre....”

Para mi, escribir en Más! es más rico que echarme pedos en misa.

Así que me van a tener que aguantar por lo menos unas 100 cartas más.

Paolo Luers

(Más!)

viernes, 11 de septiembre de 2009

Un vuelo de gansos mancha el azul celeste

Algunos piensan que hay reelecciones buenas y reelecciones malas en América Latina, dependiendo del color del cristal ideológico con que se mire. Que lo que hace el ganso no tiene nada que ver con lo que hace la gansa. Me parece un error.

De acuerdo con la tradición agitada del continente, toda reelección ha dejado siempre un rastro negativo de violencia y desconcierto, quizás porque la voluntad arbitraria sigue oponiéndose tercamente al ideal en nuestra historia, y lo que se consuman son siempre los hechos aciagos. Pero el ideal suele volver por sus fueros, y nunca de manera pacífica ni ordenada. Es una especie de cadena perpetua, que va repitiendo sus eslabones, como si nunca se aprendiera de las lecciones de la realidad.

Es lo mismo con los golpes de estado. No hay golpes buenos y golpes malos. No hay asalto militar a los palacios presidenciales que merezca aplausos, ni nobleza alguna en sacar de su cama a un presidente. Porque cuando los sables se alzan contra la democracia, cualesquiera que sean las circunstancias, las instituciones sufren heridas graves que cuesta mucho sanar, no importan los deméritos de los presidentes derrocados.

Estamos, por desgracia, en una etapa de nuestra historia en la que los cambios constitucionales, que pretextan reformar las estructuras políticas para volverlas más abiertas, pasando de la democracia representativa a la participativa, llevan consigo necesariamente la prolongación de la estancia en el poder de los mismos presidentes que promueven esas reformas, una prolongación que se vuelve indefinida. Es como decirles a los pueblos que la pretendida modernidad constitucional lleva siempre al cuello la rueda de molino de la tiranía. Porque no hay prolongación de poder a largo plazo que no termine sacrificando la libertad.

¿Por qué no puede haber proyectos políticos que representen cambios justos de fondo, apertura de las estructuras institucionales, ampliación de los espacios de participación ciudadana, y que al mismo tiempo aseguren la alternancia en el poder?

La presencia indefinida del caudillo corrompe las aguas de la democracia, cualquiera que sea el contexto ideológico en que se dé la prolongación del mandato presidencial forzado por medio de reformas constitucionales. Es la ambición mesiánica de poder la que hace al caudillo buscar como quedarse a toda costa, sea de izquierda o de derecha, crea en el populismo benefactor o en el orden público y la seguridad nacional, sea en una situación de paz o de guerra. Es su idea obsesiva de que sin su presencia en la presidencia el proyecto que él representa se verá frustrado, porque nadie más tendrá la habilidad, o las agallas, para llevarlo adelante.

Es lo que he pensado ahora que se plantea, en apariencia ya de manera irreversible, la reelección por segunda vez del presidente Álvaro Uribe, fin para el cual se está moviendo toda la maquinaria institucional de Colombia. Un triple mandato que no se repite desde los tiempos del presidente conservador Rafael Núñez, quien pudo concentrar en sus manos todo el poder posible en los finales del siglo XIX.

Electo por primera vez en 2002, el presidente Uribe hizo pasar ya a la Constitución Política de Colombia por una reforma que le permitió la primera reelección, y ahora lleva adelante otra, mediante el complejo proceso de dictámenes de la Corte Constitucional y de la Corte Suprema de Justicia, y votaciones en ambas cámaras del poder legislativo, para hacer posible un tercer mandato. Todo el poder del estado ha sido puesto al servicio de esta causa, un esfuerzo que merecería mejores motivos.

Y sucede entonces lo inevitable. Que comienzan a alzarse rumores de corrupción, de compra de votos entre los diputados y senadores, de violencia en contra de la libre voluntad de quienes están llamados por la ley a decidir. El dirigente del Partido Liberal, adverso a Uribe, Rafael Pardo, aspirante él mismo a la presidencia, ha denunciado que se están invirtiendo más de cien millones de dólares en la compra de votos legislativos para allanar el camino a la reelección.

En este contexto, las reformas terminan siendo legales pero no llegan a ser legítimas, por mucho que se amparen en el respaldo popular. Porque nadie duda de que el plebiscito que se necesita para sancionar las reformas sería ganado ampliamente por el presidente Uribe, quien tiene un apoyo cercano al 70% en las encuestas de opinión; y que lo mismo ganaría las elecciones presidenciales de 2010, seguramente en la primera vuelta.

Pero es allí donde reside precisamente la calidad del estadista, en saber rechazar las tentaciones del poder en la cumbre del poder mismo, y en la plenitud de la popularidad, como ocurre con el presidente Ignacio Lula da Silva del Brasil, que no tendría, sin duda, ningún problema para perseguir su tercer periodo, con más respaldo de los electores que el propio Uribe. Ya ha dicho que no, sin embargo, con gran sabiduría.

Frente a las necesidades éticas de América Latina, y en tiempos en que lo que se requiere son ejemplos de recta conducta en la política, ¿qué diferencia separa entonces al presidente Chávez del presidente Uribe, si ambos buscan quedarse en el poder a toda costa?

Si la reelección es mala para el ganso, tiene que serlo también para la gansa.

(El País, Madrid. El autor es escritor y ex-vicepresidente de Nicaragua)

Una señal de lo que puede venir

¿Quién puede creer que se movilicen unos 200 inspectores de la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos) para allanar el diario de mayor circulación del país sin que el jefe del organismo esté al tanto? Eso es lo que Ricardo Echegaray pretende que pensemos. Es pedirnos demasiado."Hemos dispuesto llevar adelante un sumario administrativo, con la finalidad de esclarecer responsabilidades", dice Echegaray. Si la AFIP puede mover semejante batallón a espaldas del jefe, es obvio que la primera responsabilidad le cabe a él por ignorar un despliegue así en su propia área. Si es una excusa, no eligió la mejor.

Y si no fue él ¿quién otro puede ordenar una movilización inquisitoria tan grande? ¿No es raro, además, que el operativo hubiera ocurrido el mismo día en que Clarín revelaba un subsidio irregular por más de 10 millones de pesos, otorgado por un organismo que maneja Echegaray? El jefe de la AFIP no es un funcionario cualquiera: reporta directamente a Néstor Kirchner y goza de un trato preferencial con el matrimonio presidencial. Por eso está al frente de una agencia con tanto poder y capacidad de presión sobre los contribuyentes. Y que maneja información tan sensible que deja chica a la SIDE. En esto, ningún ministerio lo iguala. Ni la Jefatura de Gabinete.

Nunca se había hecho un operativo como el de ayer en una empresa. Lo normal es enviar un supervisor con 4 o 5 inspectores. Como mucho, 20 o 25 si se trata de un barrido especial que incluye ver sueldos, detectar trabajo en negro y verificar en el lugar la cantidad de personal. Invadir con 200 agentes el edificio de la redacción como si fuese La Salada es demasiado sospechoso o definitivamente claro: fue un acto que pretendió intimidar y acabó por convertirse en un grotesco.

La AFIP debería ser un organismo exclusivamente técnico, al servicio del Estado y ajeno a cualquier operación política. Muchos de los inspectores que llegaron en banda y rodearon la manzana donde trabaja la redacción ni siquiera sabían a qué venían ni para qué los habían reclutado. Y se vio cómo la mayoría perdió el tiempo en charlas de entrecasa con los compañeros. "Pregúntele a Kirchner", respondió al fin una de las agentes cuando un periodista la interrogó sobre qué estaba haciendo. Todos confundidos como el seleccionado de Maradona ante Paraguay.

Pero deja de ser un chiste si se lo pone en contexto: escraches violentos contra el diario y sus directivos, pasquines y afiches difamantes, el propio Kirchner usando cualquier tribuna para atacar al diario. Y maltratando a un periodista de Clarín porque le preguntó sobre la asombrosa sextuplicación de su fortuna personal. El operativo de la AFIP es parte de una campaña que arrancó por la cobertura periodística de la pelea K contra el campo. Más de lo mismo. Si la excusa de Echegaray es increíble, ¿cómo creerle al Gobierno que su ley de medios busca democratizar a la prensa y defender la libertad de expresión? Más bien lo contrario: lo de ayer es una señal de lo que puede venir con cualquiera que se atreva a criticar al kirchnerismo. Lo único que falta es que digan ahora que el operativo de intimidación fue armado por Clarín para desprestigiar al Gobierno.

(El autor es editor general adjunto del periódico argentino Clarín. http://www.clarin.com/diario/2009/09/11/opinion/o-01996374.htm)

jueves, 10 de septiembre de 2009

¿Viajó o no viajó?

El director del periódico El Mundo reclama que mi carta a un empresario mediático salvadoreño (publicada en Más y repoducida en este blog) está basada en información equivocada y que el dueño de El Mundo, Juan José Borja, no se ecuentra en Brasil.
No tengo porque dudar de esta información. Así como no tuve que dudar de la información emitada por Casa Presidencial que el mencionado empresario se encuentra acompañando al presidente Funes en su viaje a Brasil.
Paolo Luers

Aquí el comunicado de Casa Presidencial:


PRESIDENTE FUNES VIAJA ESTE MARTES A BRASIL CON IMPORTANTE COMITIVA DEL GOBIERNO Y EMPRESARIOS

07 de Septiembre 2009

El presidente de la república Mauricio Funes y una importante comitiva de su gobierno y de empresarios de El Salvador, viajará este martes a Brasil, como parte de una visita oficial en busca cooperación y fortalecimiento de las relaciones entre los dos países.

La delegación viajará en un vuelo comercial que partirá a las 3:00 de la tarde (hora local) hacia Brasilia, donde el miércoles por la mañana será recibida por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, en el palacio de Itamaraty.

Luego de la reunión privada de los dos presidentes, ambos mandatario sostendrán una sesión ampliada con comitivas de El Salvador y de Brasil. Posteriormente, los presidentes harán una declaración conjunta.

Según la agenda de la visita, luego de las reuniones de los presidentes y las delegaciones, el presidente Lula ofrecerá un almuerzo en honor del gobernante salvadoreño.

El jueves, el presidente Funes y su comitiva viajarán de Brasilia a Sao Paulo, para asistir a una reunión de trabajo y a un almuerzo que ofrecerá la Federación de las Industrias del Estado de Sao Paulo, donde se espera un histórico intercambio con importantes empresarios brasileños.

El presidente Funes ha dicho que el gobierno de El Salvador “quiere estimular el comercio bilateral con Brasil, atraer inversión brasileña a nuestro país y también estimular la posibilidad de inversión salvadoreña en Brasil”.

Las reuniones de trabajo concluirán el jueves por la tarde y el viernes a primera hora la delegación salvadoreña partirá de regreso hacia San Salvador, donde está prevista su llega a las 3:30 de la tarde.

En el marco de la gira por Brasil, el presidente Funes dijo que se espera la firma de algunos acuerdos de cooperación técnica. Uno de esos proyectos está relacionado con apoyo tecnológico en agricultura.

“Queremos firmar también un convenio en el área de salud, estamos explorando las posibilidades de que Brasil nos ayude en términos de facilitarnos la compra de medicamentos genéricos”, ha explicado el presidente salvadoreño.

Otro convenio estaría orientado al fortalecimiento del Banco Multisectorial de Inversiones (BMI), para convertirlo en un banco de desarrollo, con el apoyo del Banco Nacional de Desenvolvimiento Social de Brasil (BNDS).

Por otra parte, se busca un convenio que tendría como objetivo la obtención de un crédito, también del BNDS, para mejorar la flota vehicular del transporte público de pasajeros. Y con el mismo banco se gestiona financiar algunos proyectos sociales importantes, como es el caso de Ciudad Mujer.

La comitiva que acompaña al presidente Funes la integran las siguientes personas:
La Primera Dama de la República y Secretaria de Inclusión Social, Vanda Pignato.
El ministro de Relaciones Exteriores, Hugo Martínez.
El Secretario Privado de la Presidencia, Francisco Cáceres.
El Secretario Técnico, Alexander Segovia.
El Secretario de Comunicaciones, David Rivas.
El ministro de Hacienda, Carlos Cáceres.
La ministra de Salud, María Isabel Rodríguez.
El Ministro de Agricultura y Ganadería, Manuel Sevilla.
El viceministro de Relaciones Exteriores, Jaime Miranda.
El viceministro de Transporte, Nelson Napoleón García.
El presidente del Centro Internacional de Ferias y Convenciones, Miguel Menéndez.
El Director de EXPORTA, Ricardo Quiñónez.
El presidente del Banco Multisectorial de Inversiones, Ricardo Mora.
El presidente de la ANEP, Federico Colorado.
El presidente de CASALCO, Mario Rivera.
El presidente de Diario El Mundo, Juan José Borja.
El vicepresidente del Grupo De Sola, Herberth Francisco de Sola.
El subdirector ejecutivo de FOMILENIO, Enrique Córdova.
El jefe del Estado Mayor Presidencial, Coronel William Armando Mejía.

Los errores de información del Gobierno

En política, cuando hay errores en la gestión de la información casi siempre hay un trasfondo de inadecuada, inexistente o ignorada estrategia de comunicación pública y política. Una información de calidad sobre los asuntos y servicios públicos es un síntoma de buen gobierno, sí, y también de buena política.

Algunos responsables políticos, excesivamente confiados, quizás puedan convivir con la ausencia de una política de comunicación eficaz. Pero tiene sus costes en forma de "errores de información" y también previsibles resultados negativos en la opinión pública, y hasta puede tenerlos en los procesos electorales. Felipe González, en el mitin final que los socialistas catalanes organizaron en la campaña de las generales de 2008, dijo, sin acritud, refiriéndose a la obra de gobierno de la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero: "Lo habéis hecho bien, pero no lo habéis explicado bien". La frase sonó a reprimenda de la experiencia. Lo cierto es que el PSC consiguió entonces los mejores resultados de su historia con 25 diputados y Carme Chacón de cabeza de cartel. Pero las advertencias razonadas tienen la virtud de anticiparse en el tiempo, aunque no sean una alerta inminente. Ignorarlas puede ser temerario.

Hacer política sin comunicación es el atajo más directo al desastre. Pero lo que es inexcusable, y un derecho ciudadano, es el rigor, la sobriedad y la ejecución eficiente de la información de la gestión pública. Algunos políticos parece que puedan prescindir (si la soberbia los nubla y la vanidad los ensordece) de la comunicación. Pero los ciudadanos no podemos estar sin información pública. Éstos son algunos de los errores más frecuentes:

Improvisación. Peter Drucker, el mayor experto contemporáneo en liderazgo, afirmaba: ¡Ojo con el carisma! Es cierto que algunos políticos tienen facilidad de palabra, gran empatía y dotes naturales para la comunicación. Pero, a veces, la importancia de los temas y la responsabilidad pública exige seguir un guión antes que dejarse llevar por la intuición. Si, además, ésta no está garantizada, mejor seguir la senda del rigor y de la prudencia.

Leer lo escrito no garantiza el éxito. Pero incorpora más control y más equipo. La mayoría de los guiones, notas o argumentarios que utilizan nuestros líderes están hechos por equipos de competencias plurales que han pensado (o contrastado) antes de escribir. Seguir el guión no es un demérito cuando lo exige la responsabilidad pública. Y los ciudadanos lo agradecen. Y cuando el guión simplemente no existe o se improvisa, se cometen errores. Por ejemplo, la medida anunciada, matizada, rectificada y finalmente ampliada de la ayuda económica de 420 euros a los parados que han dejado de cobrar el subsidio es un ejemplo caótico de comunicación que ha llevado al mismo ministro de Trabajo a reconocer públicamente sus improvisaciones.

Precipitación. Es la consecuencia lógica -y letal- de la falta de planificación. Se confunde celeridad con eficacia, aceleración con rapidez. El resultado es que las acciones precipitadas, desconectadas y aisladas, inician procesos que no están maduros orga-nizativamente. La precipitación desborda los recursos logísticos y técnicos por falta de capacidad de respuesta adecuada a la nueva demanda estimulada. Y el desencuentro entre el servicio público y la ciudadanía se lleva por delante la paciencia, primero, y la credibilidad, después. La precipitación comunicativa puede provocar problemas adicionales al introducir nuevas variables de interpretación y desdibujar una buena idea o un compromiso público como, por ejemplo, el de la retirada de las tropas de Kosovo. Aunque este caso nada tiene que ver con otras precipitaciones que pueden rozar la responsabilidad penal y causan un daño adicional, como vimos desgraciadamente en la gestión posterior al dramático accidente del Yak-42. A veces la prisa se lleva por delante protocolos, leyes y normas que son doblemente exigibles a los responsables políticos.

Confusión. Una promesa política no es lo mismo que una información pública. La ciudadanía tiene derecho a que sus gobernantes no confundan deseos con realidades, intenciones con acciones. Los gobernantes están obligados a ser extraordinariamente transparentes. Sus palabras, por la responsabilidad que ostentan (no hablan casi nunca "a título individual"), tienen un efecto amplificado en la sociedad a través de los medios de comunicación.

Lo sabe bien el ministro de Fomento cuando ha explorado, en voz alta, los posibles cambios en la política fiscal del Gobierno. Las palabras cuando son ambiguas o confusas pueden tener consecuencias económicas y sociales no deseadas de gran trascendencia. La confusión es la munición del caos porque deja espacio a las interpretaciones múltiples, se pierde la iniciativa y se abre la puerta a la especulación, que no es lo mismo que la opinión razonada y argumentada. Los globos sonda casi siempre explotan en la cara del que sopla.

Imprecisión. Las imprecisiones alimentan la arbitrariedad interpretativa o a las casuísticas no contempladas. La claridad es una exigencia de la buena gestión y de la buena política. Stéphane Dion, político canadiense que destacó por la manera en que había defendido sus posiciones políticas en favor del federalismo canadiense frente a los independentistas quebequenses, impulsó "la política de la claridad". El mérito estuvo en no abordar las diferencias desde posiciones ideológicas, sino desde las consecuencias que en la vida real de las personas tendrían la aplicación de determinados postulados. Claridad en los costes y en las repercusiones de las decisiones políticas. Ahí está la clave.

Y también en el lenguaje. La prestigiosa revista The Economist, en su libro de estilo, recomienda: "La claridad en la escritura refleja la claridad del pensamiento. Piensa lo que quieras decir y entonces dilo tan simple como sea posible".

Descoordinación. La información pública no depende sólo de los medios de comunicación. La praxis en la ejecución es tan determinante como las ideas o las iniciativas. Detrás de cada decreto, reglamento, orden o instrucción hay muchos organismos, instituciones y administraciones implicadas. Y en ellas funcionarios, técnicos y proveedores que en su función de servidores públicos son insustituibles para una información de calidad. Los recursos humanos asociados a la información se convierten en clave para el éxito, así como la coordinación institucional.

Ignorar estos principios es un craso error. Las decisiones en la vida pública se materializan en personas que atienden a ciudadanos a través de teléfonos, mostradores o servicios de e-Administración, entre otros. Sin ellas, y sin su escucha activa sobre cómo orientar o ejecutar la praxis pública, no hay políticas de información con garantías. Y la publicidad, con su eficacia limitada, no puede soportar todo el peso de las políticas de información.

El Gobierno español parece que haya tenido este verano una insolación informativa. Demasiada exposición sin protección. Ahora el presidente Zapatero, consciente de que la frontera entre la desconfianza, el ridículo y la falta de respeto se cruza con facilidad, parece que ha decidido cambiar el paso. La seriedad informativa y la coordinación comunicativa sólo pueden obtenerse con mejor dirección política, y parece que los vicepresidentes van a jugar un papel más proactivo. El Gobierno tiene también algunos sólidos y eficaces puntales comunicativos como los responsables de Interior o Sanidad. El tiempo de los conejos en la chistera ya pasó. No hay nada más triste que un mago al que se le ven todos los trucos con el auditorio en silencio, atrapado por la incomodidad. Se impone una reacción. El orden será importante: políticas claras, informaciones precisas, comunicación convincente, coordinación eficaz y gestión ejemplar.

(El País, Madrid)

Carta a un empresario mediático salvadoreño

Estimado amigo:

¡le deseo un buen viaje! Que la pase bien en Brasil, acompañando a sus buenos amigos ahuachapanecos, los Cáceres, y al presidente de la República.

El presidente tendrá sus razones para invitar a un empresario como usted a este viaje, donde entiendo que se busca mejores relaciones comerciales. Bueno, por cafetalero no lo puede haber seleccionado - dudo que Funes quiera convencer a Lula a comprarnos café. Si no es por cafetalero, será por empresario mediático. Siempre es bueno que los dueños de nuestros medios consoliden sus relaciones con el presidente. Y si a la vez entienden su necesidad de desmarcarse de su propio partido y acercarse al socialismo con ritmo de samba, mucho mejor...

Además, dejarse ver a la par del dueño de un medio de larga trayectoria de derecha, le sirve al presidente para marcar distancia a Chávez, quien propone expropiar a ‘oligarcas de la comunicación’ como usted - y de paso de su propio partido FMLN, que debe estar resentido por las frecuentes ataques que sufre en su medio.

Un medio que lleva la ‘independencia’ en su lema, no puede hacer otra cosa que mantener distancia crítica al partido de gobierno. Casa Presidencial ya es otra cosa. También hay que respetar las tradiciones.

Saludos a las bellas cariocas,

Paolo Lüers

(Más!)

miércoles, 9 de septiembre de 2009

La mayoría precaria de Funes

La falta de rumbo del gobierno Funes no se debe tanto, como muchos lo quieren explicar, a que el partido jala a un lado y el presidente a otro.

Eso también pasa, pero hay que reconocer que este problema lo tiene bastante bajo control el presidente: En general, el presidente se impone al partido. Hay un permanente (y, diría yo, normal) jaloneo por la repartición del poder y de los cargos, así como por decisiones políticas, pero se observan dos tendencias: una, que siempre cuando la pita está al punto de romper, alguien hace concesiones. Y segundo, que casi siempre es el partido que pierde el jaloneo...

La falta de rumbo, que observó correctamente Freddy Cristiani al hacer su balance de los primeros 100 días del gobierno, se debe a otro fenómeno que hasta ahora nadie ha analizado y que en una plática me detalló Manuel Hinds: El apoyo para Funes (ya en las elecciones y aún más marcadamente ahora) se compone de dos grupos con expectativas diferentes o incluso opuestas. Por una parte el bloque fuerte que apoya a Funes porque realmente quiere cambio. Este bloque incluye el voto duro del FMLN, de los ‘movimientos sociales’ vinculados el FMLN, y otros sectores de izquierda radical. Por otra parte un bloque nuevo, menos estructurado y cohesionado, de gente que NO quieren el cambio, por lo menos no el cambio que representa el Frente. Querían un cambio de gobierno, pero ven en Funes la garantía que NO haya cambio del modelo económico y del sistema político de democracia representativa.

Funes sólo pudo ganar con una plataforma bastante vaga, con una promesa del cambio muy general. Su bandera exitosa era: cambió sí, pero no tanto. Sólo pudo ganar porque logró sumar estos dos bloques, a pesar de las contradicciones y los conflictos programados en esta mayoría. La mayoría de Funes, aparte de estrecha, fue una mayoría que no estaba basada en un consenso sobre el rumbo, sino en lo contrario: la suma de expectativas opuestas.

Ya construir una mayoría electoral de este tipo era difícil, un admirable acto de acrobacia publicitaria que logró hacer el equipo de Funes. Pero cien veces más difícil, si no imposible, es gobernar con una mayoría de este tipo.

El hecho que a los 100 días, esta mayoría -la suma de los que quieren cambio y los que no quieren cambio- haya crecido (a un 70% que califica de positiva la gestión de Funes), significa que ha crecido el bloque de gente que ven el Funes el garante de que NO se hagan los cambios radicales que tiene en su agenda el FMLN. En cambio, una parte del primer bloque -la que presiona por cambios más radicales y rápidos- ya se ha convertido en oposición izquierdista al gobierno de Funes. Vea El Chaparral. Vea los sectores que insisten en la abolición de la amnistía para los protagonistas de la guerra civil...

Precisamente con este argumento –no dicho en público, pero sí de múltiples maneras en privado a empresarios, directores de medios, partidos de oposición, embajadas– el equipo cercano a Funes ha construido gobernabilidad: “¡Si quieren contener el rumbo que quiere dar al país el FMLN, apoyen a Funes!” Y mientras no muestra lo contrario, no les queda otra que hacerle caso a esta oferta...

Esta mayoría precaria -la suma de dos bloques que buscan rumbos opuestos- sigue sin desquebrajarse por una simple razón: No han realmente empezado a gobernar. Por lo menos las decisiones que pondrían a prueba de resistencia la convivencia pacífica de los dos bloques que apoyan a Funes, no se han tocado.

Este acto delicadísimo de balance no puede funcionar mucho tiempo, una vez que el gobierno tome decisiones, defina prioridades. Necesariamente partes de la suma de bloques se van a sentir defraudados, afectados, no tomadas en cuenta, etc.

Lo más probable es que el equipo estratégico de Funes –Hato Hasbún, Alex Segovia, las familias Cáceres y Salume– van a tratar de mantener el camino en medio, perdiendo apoyo de los dos lados: radicales de izquierda insatisfechos con la falta de cambios; y los moderados que esperaban más estabilidad, más aportes a un clima de inversiones y crecimiento.

Por el momento, lo que menos hay que esperar de este gobierno es un rumbo claro. Lo definirá cuando ya no haya sectores que se puede retener con ambigüedades y falta de definiciones. El presidente Obama está ahora en este punto. La gran mayoría seducida precisamente por la ambigüedad del concepto ‘cambio’, se ha esfumada. Hoy Obama tiene que gobernar con la mayoría demócrata que tiene.

La pregunta es: Al llegar a este punto, ¿qué mayoría le quedará a Funes? Y cuando tenga realmente que definir sus políticas, ¿cuál será el rumbo?

Teóricamente hay una fórmula política para salir del dilema: Declararse, sin ambigüedad, reformista. En vez de hablar de ‘el cambio’, definir claramente las reformas. Y definir la continuidad y estabilidad necesarias. En una palabra: declararse socialdemócrata. Pero, ¿con quién va a apoyarse en la Asamblea un gobierno que se declara socialdemócrata? No en el FMLN, que claramente se desmarca de la vía socialdemócrata...

(El Diario de Hoy/Observador)

Barack Obama: From icon to mortal

He came to power as a political rockstar. But 200 days on, Barack Obama's honeymoon could finally be over. Rupert Cornwell assesses the President's struggle to meet impossible expectations...

...lea el análisis completo en The Independent

Obama Marks 200 Days in Office as Approval Ratings Drop (o cómo cambian las cosas...)





U.S. President Barack Obama  (file photo)

U.S. President Barack Obama marks his first 200 days in office Friday as public opinion polls show weakening support for his main domestic priority, health care reform.

According to a Quinnipiac University poll, President Obama's overall approval rating from American voters has dropped from 57 percent in July to a current 50 percent, its lowest level since he took office.

The survey released Thursday says 49 percent of voters disapprove with the way the president is handling the economy, while 52 percent of Americans disapprove of his handling of health care reform.

President Obama's main domestic initiative is to decrease health care costs and provide health care coverage to the 47 million Americans who are uninsured. But opposition Republicans are continuing to raise objections about what they say is the high price of the plan and too much government involvement.

The president has used a number of public appearances and rallies to build support for his health care reforms and has also been quick to note the country's improving economic trends.

While the president has been focused on domestic matters in recent months, foreign policy issues including the situation in Afghanistan will continue to remain major issues. Recent polls suggest U.S. support for the war effort is slipping.

(Voice of America-VOA)

martes, 8 de septiembre de 2009

Funes, Ortega y la izquierda

El Presidente de El Salvador, Mauricio Funes, declaró a la revista brasileña Veja que “la gran cuestión de la izquierda de hoy ya no es sólo hacer un Gobierno popular, democrático y volcado a la distribución de la renta”. Esas son las “prioridades que marcan diferencias con las derechas”, puntualizó el mandatario salvadoreño, quien ganó la elección presidencial como candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), un casi clon del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua, pero advirtió el presidente Funes que para “hacer viable la justicia social es preciso adoptar un modelo que apueste en el crecimiento y la estabilidad macroeconómica”. Y además, agregó, “es preciso ser responsable, y eso significa tener las cuentas en orden y el déficit público bajo control”.

Pero si esos requisitos —que más bien son virtudes gubernamentales— son los que, según Funes, definen a un gobierno de izquierda en relación con otro de derecha, entonces debemos convenir en que el régimen de Daniel Ortega no es de izquierda. Lo cual es, precisamente, lo que han dicho invariablemente los miembros del Movimiento Renovador Sandinista (MRS) y de numerosas organizaciones de la sociedad civil que se identifican como izquierda democrática.

En realidad, no hace falta ubicarse en ningún alineamiento ideológico para reconocer que el régimen orteguista no es popular ni democrático; que no redistribuye la renta de manera equitativa, ni promueve la justicia social, ni ha adoptado “un modelo que apueste al crecimiento y la estabilidad macroeconómica”, del que habla el mandatario de izquierda de El Salvador, Mauricio Funes. Ortega más bien ha quebrantado el modelo de crecimiento que tanto le costó construir a los gobiernos democráticos de los 16 años anteriores al 2007. Además, Ortega ha impuesto el desorden en las cuentas del Estado y el descontrol del déficit público, y está a punto de poner fin a la precaria estabilidad macroeconómica que depende de la ayuda financiera internacional, la cual ha sido suspendida y se puede perder definitivamente, por culpa del fraude electoral que el gobierno de Ortega perpetró el año pasado.

Pero al margen de lo que diga el Presidente salvadoreño —quien es obvio que se ha alineado con la izquierda democrática latinoamericana—, la verdad es que Daniel Ortega igual que los hermanos Castro de Cuba, Chávez de Venezuela, Correa de Ecuador y Morales de Bolivia, son gobernantes de izquierda. Como de izquierda son Lula da Silva de Brasil, Michelle Bachelet de Chile y Tabaré Vázquez de Uruguay, con la salvedad de que éstos últimos son de la izquierda democrática y reformista, mientras que los primeros son de la izquierda salvaje y autoritaria, enemiga de la libertad y la democracia. Es el mismo caso de la derecha, en la cual hay sectores y gobernantes ejemplarmente democráticos, como también los hay o los hubo terriblemente represivos, como por ejemplo las criminales dictaduras militares de Centro y Suramérica.

Se dice que en la actualidad, la evolución y la modernización política comienza con el acuerdo social de que tanto las derechas como las izquierdas deben ser democráticas. Es decir, que ya sea de derecha o de izquierda, el gobierno tiene que ejecutar su programa sin desvirtuar las instituciones de la democracia y sin atentar contra los derechos y las libertades de nadie. Se trata de un acuerdo social que en aquellos países donde todavía no se ha podido salir de la etapa poscolonial, como es el caso de Nicaragua, podría parecer un sueño o una utopía, pero que es perfectamente posible y en muchos países es ya una realidad, imperfecta pero objetiva, como los mencionados Chile o Uruguay.

En todo caso, en Nicaragua el problema no es que el gobierno de Ortega sea o no de izquierda. El problema radica en que se trata de un régimen antidemocrático, el cual desde enero de 2007 viene socavando las instituciones básicas de la democracia y atropellando las libertades y los derechos fundamentales de las personas consagrados en la Constitución y en las convenciones internacionales de derechos humanos. Y además, el Gobierno de Daniel Ortega ha provocado una grave recesión económica, que ya casi es una crisis general, agravada por la corrupción gubernamental más descarada que se ha conocido en toda la historia nacional.

Es absolutamente irrelevante que el régimen de Daniel Ortega sea de izquierda o no. El problema es que se trata de un desgobierno que está conduciendo al país hacia la ruina económica, política y moral.

La última pantomima de Bariloche

La enésima crisis en las relaciones entre Venezuela y Colombia culminó el 29 de agosto como las anteriores: sin ninguna resolución, con Álvaro Uribe fortalecido en su país pero aislado en el ámbito regional, y con Hugo Chávez volando hacia algún destino extraño de Oriente Próximo con la satisfacción de haber atraído los reflectores y la frustración de no haber logrado nada. Pero a diferencia de otros, esta vez el enfrentamiento televisado, verbal y en ocasiones casi físico, de Chávez y Uribe en la reunión cumbre de Unasur, celebrada en Bariloche, no será fácilmente olvidado ni perdonado. Porque en esta ocasión, había realmente algo de por medio, y el resto de América del Sur se sintió verdaderamente concernida.

El asunto es relativamente sencillo. Estados Unidos, a través de la DEA, su agencia antidroga, contaba hasta este año con una base aérea en el pueblo de Manta, en la costa ecuatoriana, desde la cual intentaba interceptar vuelos y embarcaciones procedentes de las zonas andinas del continente y destinadas por el narcotráfico a Centroamérica, México y Estados Unidos. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, distinguido integrante del llamado ALBA (grupo compuesto por Cuba, Venezuela, Nicaragua, Honduras, Bolivia y Ecuador), amigo y aliado de Chávez, prometió cerrar la base cuando se venciera el acuerdo que le dio vida, en 2009. Cumplió su promesa, pensando tal vez que Washington no tendría más remedio que resignarse y marcharse de la región.

Pero "el imperio", como le dice Chávez, no llegó a serlo por actuar de esa manera. Ni tardos ni perezosos, los norteamericanos se buscaron un nuevo anfitrión que les permitiera replicar, en versión mejorada, su presencia andina. Y lo encontraron en Uribe y Colombia, donde ya existen siete bases militares y aéreas bien acondicionadas, así como un destacamento militar y contractual estadounidense (con un techo de 1.400 integrantes, fijado por el Congreso de Washington). Sólo faltaba juntar ambas realidades: para ello se negoció el acuerdo entre las dos capitales que prevé el acceso del personal americano ya presente a las bases existentes. No serán bases de Estados Unidos; seguirán bajo control colombiano, pero ahora la DEA, la CIA, y el Comando Sur dispondrán de acceso a ellas. Si alguien pensaba que con la llegada de Obama a la Casa Blanca los intereses de Washington en la región se modificarían, desconocía la historia de la región. Y si alguien se imaginaba que el antiamericanismo de Chávez (él lo denominaría "antiimperialismo") se desvanecería sólo porque un demócrata progresista de origen afroamericano ocupa el Despacho Oval, estaba soñando.

La única solidaridad subcontinental para con Colombia ha provenido de Perú; hasta el apoyomexicano, más alejado, ha sido tibio, en el mejor de los casos; a Brasil, en particular, le incomoda la cercanía militar norteamericana, aunque no la rusa o venezolana.

¿Por qué entonces aceptó Bogotá un acuerdo de esta naturaleza si sabía de antemano que provocaría la furia del caudillo de Caracas y la inquietud de casi todos los suramericanos? Por una sencilla razón: a pesar de su inmensa popularidad interna, Uribe se siente y se encuentra aislado y amenazado en la región, y no tuvo más alternativa que abrazar al único aliado que le queda.

A su oriente, Uribe se ve amenazado por Chávez, a través de sus compras masivas de armas, de su creciente y rara relación con Teherán, de su apoyo militar, financiero, logístico y propagandístico a las FARC, y de sus incansables ofensivas retóricas. No tiene mucho sentido hacerse ilusiones sobre la ubicación del corazón de Hugo Chávez. Detestaba a Bush, le repugna Uribe, desprecia a Juan Manuel Santos, pero nada de eso resulta decisivo: lo crucial consiste en su profunda simpatía por las FARC y la supuesta causa revolucionaria en Colombia. Mientras las FARC no triunfen en Colombia (algo que no parece ni remotamente factible), y Chávez siga en el poder, nada ni nadie lo hará cambiar de sentimientos. El problema no son Bush, Obama, Uribe, Santos o la "rancia oligarquía colombiana"; el problema son Chávez y las FARC.

Pero Uribe no sólo se enfrenta a la amenaza desde Venezuela; el caso de Ecuador es análogo, en la medida en que Correa y sus simpatizantes, sin emprender una carrera armamentista comparable a la de Chávez, guardan las mismas simpatías por las FARC, evidenciadas por el campamento de Raúl Reyes, destruido el año pasado por el Ejército colombiano, y por las relaciones entre la narco-guerrilla y la campaña presidencial de Correa de 2006.

Y por supuesto, Uribe padece un frente interno, a saber, precisamente el de las FARC, en plena desbandada, pero con un posible as bajo la manga: el acceso, vía Chávez, a misiles tierra-aire, que eliminarían la supremacía del Ejército en los cielos colombianos, clave de los triunfos contra-insurgentes. Ante peligros de esta magnitud, y frente a los interminables ataques retóricos y diplomáticos de Chávez, ¿qué querían los suramericanos (principalmente Brasil, Chile, Uruguay y Argentina) que Uribe hiciera? ¿Hacer la vista gorda, poner una vez más la otra mejilla, rendirse de plano?

En realidad, ni Obama ni Uribe cuentan con muchas opciones. Estados Unidos, en todo caso desde 2002, ha puesto la otra mejilla con Chávez, y este último no ha cesado un instante de perseverar en su agenda. Nadie en América Latina ha querido llenar el vacío que en teoría podría dejar Washington. Existe, sin embargo, una alternativa, remota, pero posible, que tal vez le permitiría a Bogotá y a Estados Unidos romper el aislamiento actual.

Empieza con mantener, por supuesto, la postura estadounidense de no agresión militar o encubierta a Venezuela, y sigue con la no reelección de Uribe en Colombia, algo que sin duda le traería más popularidad interna a Uribe, pero mayor soledad regional. Pero consiste, sobre todo, en una ofensiva diplomática en otra arena.

Se trataría de mostrar cómo Venezuela -y los demás países del ALBA- han generado una amenaza para la paz y la seguridad en la región, a través de varias acciones y medidas. Éstas incluyen la compra masiva de armas a Rusia, el apoyo al programa nuclear iraní (con posibles violaciones a las sanciones financieras impuestas por el Consejo de Seguridad), el apoyo reiterado a movimientos en otros países que buscan derrocar (Colombia, Honduras) o derrotar (Perú, El Salvador), o presionar (México, Chile) a Gobiernos en funciones, y la falta de respeto a los derechos humanos, y en particular a las libertades públicas y las garantías individuales.

Todo ello, y otras actividades, han contribuido a generar tensiones en el área que imposibilitan una convivencia pacífica y ordenada, factible y deseable a pesar de las diferencias ideológicas entre diversos regímenes. Por ello, de manera discreta pero firme y organizada, Colombia y Estados Unidos solicitan un comportamiento responsable y serio a la comunidad internacional, sobre todo a la Unión Europea y a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que deje de considerar como meras excentricidades los excesos de todo tipo de Chávez, y que le manifiesten una clara preocupación ante su conducta.

¿Serviría de algo? Quizá no, pero tampoco se pierde mucho, y sobre todo, se da un paso hacia la ruptura de la secuencia ya conocida: exabrupto del ALBA, respuesta de Washington y/o Bogotá, reacción furibunda y altisonante de Chávez, crisis diplomática y ruptura de relaciones, reculada de todos para volver a empezar meses después. Detener esa espiral mediante una escalada diplomática, esta vez iniciada por los adversarios de Chávez y del ALBA, obligando a cada quien a asumir sus responsabilidades, no es la peor idea que pueda surgir de la última pantomima de Bariloche.

(El Pais, Madrid; Castañeda fue canciller del presidente mexicano, Vicente Fox.)

Carta a una empleada de algún ministerio

Querida S.

Sé que estás angustiada, porque tu contrato en el ministerio vence en diciembre. Y porque todas las señales que te mandan tus nuevos jefes indican que no tienen uso para vos y tu experiencia. Ya te pusieron a escribir manuales de procedimiento para tu área de trabajo.

Tu nuevo jefe nunca te ha solicitado un consejo. Quieren quedarse con tus conocimientos, por eso te chingan que hagas el manual de manera más detallada - pero no confían en tus opiniones. Podría ser que tomando en cuenta tu experiencia, los contaminás con ideas areneras...

Tienen que ser muy inseguros de si mismo y su ‘cambio’, si tienen miedo de las experiencias de los miles de técnicos que ‘heredaron’ de gobiernos anteriores. Bueno, si tu ministro no considera necesario recoger los consejos de sus antecesores, tampoco hay que esperar otra cosa de los jefecitos y capataces que han traído...

Vos decís que tenés un montón de experiencia e ideas que quisieras poner en función del Estado. El problema es que no confían. No confían de su propia sombra, ¿cómo van a confiar en una empleada que sirvió en dos gobiernos anteriores?

Aunque me consta que nunca has sido arenera. Siempre has sido de izquierda. Bueno, esto mejor no les digás, porque alguien de izquierda que no esté con ellos, sería aún más sospechoso.

Yo sé que sería muy fácil salvar tu pellejo: abrazar enfáticamente el cambio, como algunos de tus colegas lo están haciendo. Pero también sé que vos, siendo de izquierda, tenés demasiado dignidad para hacer esto.

Saludos, Paolo

(Más!)

lunes, 7 de septiembre de 2009

"Vuestro rey debería callarse"

"Los de EL PAÍS necesitáis redimir vuestra alma. ¿Tiempo? No, no hay tiempo, tiene que ser ahora mismo". Oliver Stone afirmaba estar sufriendo un severísimo jet lag, pero eso no fue excusa para señalar a este periódico como uno de los siete pecados capitales por lo que él considera un "tratamiento injusto" al presidente venezolano, Hugo Chávez: "Aún estáis a tiempo de cambiar, créeme, ya sé que eres periodista pero no tienes que creerte lo que dice la prensa".

"Los de EL PAÍS necesitáis redimir vuestra alma. ¿Tiempo? No, no hay tiempo, tiene que ser ahora mismo". Oliver Stone afirmaba estar sufriendo un severísimo jet lag, pero eso no fue excusa para señalar a este periódico como uno de los siete pecados capitales por lo que él considera un "tratamiento injusto" al presidente venezolano, Hugo Chávez: "Aún estáis a tiempo de cambiar, créeme, ya sé que eres periodista pero no tienes que creerte lo que dice la prensa". La entrevista acababa de terminar y Stone, entre sonrisas, llamó al periodista a consulta mientras un fotógrafo le hacía unos retratos sentado en una especie de trono: "Aznar era muy malo y ayudó a planificar el golpe de estado en Venezuela, y vuestro rey debería callarse y escuchar más a Chávez... ¿Que si puedes citarme con esas palabras textuales? Por supuesto que sí".

Todo había empezado media hora antes, cuando los periodistas presentes en la sala Visconti del Hotel Des Bains esperaban para entrevistar al realizador de Platoon o Wall Street y guionista de películas como El precio del poder o Conan el Bárbaro. El escritor británico-paquistaní Tariq Ali, colaborador habitual de publicaciones como The Guardian y guionista de South of the border, el documental de Stone que se presentó ayer oficialmente en Venecia, abrió el fuego tras las presentaciones de rigor, afirmando: "No deberías haberme dicho dónde trabajabas, el vuestro es el periódico de España con más negatividad ante Chávez, mucho más que cualquier otro... y todo es cuestión de intereses". Stone tomaba luego el relevo: "Eso que me dices son chorradas, ¿que censura a la prensa? Di a tus colegas que vayan a esos países: a Argentina, a Nicaragua, a Venezuela, y que luego lo cuenten. No te creas lo que leas en la prensa, ni en la europea ni en la estadounidense". Por si no había quedado suficientemente claro, el productor Fernando Sulichin remató el asunto: "Esas veintipico emisoras venezolanas de que me hablas y que han sido clausuradas son un asunto que no tiene nada que ver con la censura, fueron cerradas por un simple problema: no tenían sus papeles en regla".

South of the border explora los cambios en América Latina desde que Hugo Chávez asumiera el poder en 1999, utilizando al propio Stone como narrador y a los presidentes de Bolivia, Paraguay, Brasil y Argentina como catalizadores de su particular discurso, que incluye una teoría que pronostica el auge de la izquierda en Estados Unidos a través del flujo migratorio de la comunidad hispana hacía aquel país.

Para Stone, "Chávez es un hombre extraordinario que ha conseguido reducir a la mitad la pobreza de su país. Estoy harto de que la prensa de mi país le llame dictador, porque no lo es". Cuando se le pregunta por la posibilidad de que el presidente venezolano también posea un lado más oscuro, el realizador estadounidense lo tiene claro. "Pues claro, todos tenemos un lado oscuro, pero ¿por qué debería interesarme si está haciendo tantas cosas bien?".

Pero Stone no venía solo a hablar de política y de EL PAÍS, sino que dedicó buena parte de su tiempo a hablar de otras cosas y personas. De Michael Moore, por ejemplo: "Vi ayer su documental para asegurarme de que no hablábamos de lo mismo, es un tipo ejemplar que lleva luchando desde hace muchísimos años"; o de Obama: "No estoy muy seguro de si va a ser capaz de llevar a cabo los cambios que prometió, en el interior de su propio gobierno tiene colaboradores que no están de acuerdo con lo que hace"; y, sobre todo, de la secuela de su filme Wall Street, Money never sleeps (El dinero nunca duerme), que el realizador empieza a rodar este mismo lunes: "Estoy impaciente por reencontrarme con Gekko

[el personaje de Michael Douglas en el original, y que éste retoma en la secuela] y ponernos a trabajar. Voy a contar todo lo que está sucediendo, y de hecho he estado hablando con un montón de banqueros para que me explicaran mejor lo que había ocurrido con el sistema financiero. Lo que me asustó es que algunos de ellos esperan un colapso financiero aún mayor en un futuro próximo... algo que me parece aterrador".

Pero por si la presencia de Stone no hubiera causado suficiente revuelo mediático en el Lido de Venecia, a media mañana se confirmaban los rumores que afirmaban que el mismísimo presidente de Venezuela se presentaría en La Mostra para acompañar al cineasta en el estreno. "Quedaos por aquí, no os separéis mucho. Él está a punto de llegar", repetía uno de los productores. Finalmente, la guardia que tres docenas de periodistas habían montado en el hotel de Stone ante la eventual aparición del líder venezolano se quedó en agua de borrajas cuando, en una maniobra digna de Bienvenido Mr. Marshall, la comitiva presidencial pasó de largo ante las narices de los periodistas. El jefe del dispositivo de seguridad, que había pasado media tarde arengando a la prensa sobre "lo bonito que es trabajar para el presidente de la República Bolivariana de Venezuela", despachó el tema con un lacónico: "Se ha ido".

Chávez apareció cinco minutos después en el Palazzo del Cinema, proclamó su "amor por el pueblo italiano" y departió con algunos periodistas. También con una pareja de Valencia que pasaba por allí: "Nos dijo que ya no tenía problemas con España y que pronto iba a venir a tomar café con Zapatero y con el Rey".

(El País, Madrid)

The Oil Messiah: Hugo Chavez Cements Control of Venezuela

Venezuelan President Hugo Chavez is using revenues from the energy sector to bankroll what he calls his "socialism for the 21st century." The charismatic autocrat is trying to cement his hold on power in a bid to silence a growing political opposition.

A poster proclaiming "fatherland, socialism or death" adorns the military prison in Los Teques, a suburb of the Venezuelan capital Caracas. Relatives of the prisoners throng the stairs that lead to the cell wing. The soldiers poke holes in meat pies, cakes and other small presents, looking for cell phones and weapons.

The most famous prisoner in the country is held in a spacious cell on the third floor. General Raul Isaias Baduel, 54, used to be defense minister and commander-in-chief of the army. Now he eagerly accepts a couple of newspapers that his guards have allowed through. He has no access to telephones or the Internet.

Five months ago, a group of armed men waylaid him near his home. When he tried to use his mobile phone to call for help, one of the assailants pressed a pistol against his forehead. He was driven in an unmarked vehicle to a base where his captors identified themselves as members of the military intelligence agency.

The state prosecutor alleges that after Baduel stepped down as defense minister two years ago, he embezzled the equivalent of $100,000 (€70,000) from state coffers. The soldiers who can allegedly substantiate these accusations have yet to make a statement. A court hearing has been postponed because the judge is allegedly ill. "I'm a political prisoner," says the general. He holds an old friend of his responsible for his arrest: President Hugo Rafael Chavez Frias.

A Cunning Populist

Back when they were young soldiers, the two friends vowed to "break the chains of the oligarchy" to allow the Venezuelan people to lead a free and just life. They took this oath in December 1982 under a centuries-old tree, under which South America's 19th century liberator Simon Bolivar is said to have once rested. It was the beginning of the Bolivarian Revolution and Hugo Chavez's rise to power.

It has been a rocky road to the top. After a failed coup and two years in prison, Chavez achieved his objective when he won democratic elections in December 1998. Today, more than a decade later, the 55-year-old Chavez is primarily concerned with cementing his autocratic hold on power.

The young hothead has become a cunning populist who rules by plebiscite. Chavez has won nearly 10 elections and referendums (and lost one, two years ago, that would have given him the possibility of indefinite re-election). His regime has split families and destroyed friendships. He has caused tens of thousands of Venezuelans to leave the country and live abroad.

By now the caudillo is ruling the country as if it were his private hacienda. He prefers to exert his influence via television. On Sundays all channels have to broadcast his self-aggrandizing one-man live show, "Aló Presidente," along with a shorter edition that goes out a number of times each week. All official appearances also have to be broadcast, easily giving Chavez 20 hours of air time each week.

Folks Songs and Jokes

On his TV show, Chavez entertains his audience with folk songs and coarse jokes. He comments on the worldwide political situation and reads from Bolivar's works. He dismisses and appoints ministers on live television, and advertises cell phones and shampoos produced by nationalized companies. He recounts his bordello visits as a young soldier and pokes fun at the whiskey consumption of his fellow Venezuelans. When a caller complains that the state hospitals are overcrowded, he promises: "Don't worry, I'll send over my personal physician." And he sends him.

The monologues last for up to eight hours. He seems to have inexhaustible reserves of energy. When Chavez recently canceled half of the anniversary show of "Aló Presidente," which had been planned to last four days, many Venezuelans speculated that there must be a political crisis. Three days later, Chavez returned to the airwaves with a puffy face, after reportedly suffering from indigestion. His opponents believe that he uses drugs to maintain his edge.

His televised appearances have recently become unusually aggressive. Chavez has assumed a more confrontational tone, deriding political opponents as "enemies" who should be "destroyed." Like his great idol Fidel Castro, when it comes to political confrontations, he always thinks in military terms.

'Chavez, I Love You!'

"Mi Comandante" is how the speaker of the parliament greeted him when the president appeared before the national assembly to mark the 10th anniversary of the Venezuelan constitution in early August. Chavez stepped out of an armored American-made off-road vehicle, and a host of aide-de-camps with red berets hurried ahead of him.

Before the caudillo entered the plenary chamber, he walked once around the courtyard of the parliamentary building, where hundreds of his supporters in red uniforms had gathered on the balconies and balustrades. They had been waiting for him for hours.

Marlinda Chorrillo, a diminutive 62-year-old, had come from Catia, a shanty town near Caracas. She elbowed her way to the front, hoping to be able to hug her president just once, or at least tug on his shirt sleeve. "Chavez, I love you!" she yelled over the din of the crowd. His supporters revere the head of state like a messiah. Many have hung his portrait over the family altar, next to the other savior.

The president seized the hands that reached out for him, and could barely move forward. A few Indians, half-naked in their tribal costumes, had been flown in from the Amazon region just for the occasion. They were allowed to approach him and he embraced them. Beads of sweat formed on his boxer's nose.

Chavez is a "zambo," as dark-skinned individuals of mixed ancestry are known in Venezuela. Caracas's light-skinned elite deride him as a "monkey," but they are powerless against his charisma. After he had hugged the Indians, they raised their lances in his honor and then Chavez's aides pushed him into the parliament.

The Path toward Socialism

Shortly thereafter, when he appeared before the national assembly, his suit had been smoothed down, and his tie had been perfectly straightened. Chavez had now become a typical statesman. He brandished a small red book, the constitution of 1999, which enshrines his right to re-election. "This book guarantees our path toward socialism," he said.

His friend Baduel had helped pen the original constitution, which is said to be the most democratic in the history of Venezuela. But Chavez felt that it needed to be more socialist. In December 2007, he called for a vote on a number of additional articles designed to establish his leftist policies and guarantee him the right to indefinite re-election. Baduel called on voters to oppose the move, and it spelled the end of their friendship. The referendum failed, but Baduel knew that Chavez wouldn't give up.

Over the past few months, the president has used new laws and decrees to gradually pave the way toward what he calls a "socialism for the 21st century." After winning a new referendum in February, he can now be re-elected indefinitely. Following that victory, he has nationalized industrial concerns and banks, expropriated coffee plantations and estates, and threatened opposition politicians and journalists. "We are on the road toward totalitarianism with a legal facade," says Teodoro Petkoff, a former guerrilla who is now a prominent member of the opposition.

Unforgivable Mistake

The national assembly meekly accepts the president's stunts, which is not surprising since 90 percent of its members are Chavez supporters. The opposition has weakened itself as a result of boycotting the last parliamentary elections in 2005. Now it can only look on as Chavez consolidates his hold on power. "The boycott was an unforgivable mistake," admits Pablo Perez, 40, the governor of the important state of Zulia.

Perez is a member of a new generation of opposition politicians who entered the government following regional elections last November. They hold a number of important governorships and control the city government of Caracas.

They partly owe their success to frustrated Chavez supporters. Many functionaries of the current regime are just as corrupt as the ruling class under Chavez's predecessor. The beneficiaries of the regime have been dubbed the "Boliburguesia" (the word is a pun on Bolivarian and the Spanish word for bourgeoisie) as a result of their expensive tastes. They have a penchant for drinking 18-year-old whisky, drive flashy American SUVs, and have purchased properties and houses at prime locations. This has prompted many Chavez supporters -- people who used to blindly follow the president's recommendations -- to stay at home on election day or vote for dissidents.

The rich oil-producing state of Zulia, with its capital Maracaibo, has always been a stronghold for the opposition. Out on Lake Maracaibo -- a huge lagoon connected to the open sea -- 12,000 oil wells pump a steady stream of black gold that has transformed Venezuela into the Saudi Arabia of Latin America. Tankers set sail for the US every day; Chavez's archenemy is also his best customer.

"Our oil reserves will last for at least 120 years," says Erwin Lingg, president of the Zulia branch of the Venezuelan Oil Chamber. But the petrodollars are primarily flowing into the coffers of the central government. "Chavez retains the share of revenues that we are entitled to," says Governor Perez.

'Attempted Coup'

The state oil company PDVSA has a monopoly on the extraction and marketing of the country's oil. The company was once considered a model enterprise. But Chavez has bled the company dry to fund expensive social programs, and burdened it with additional responsibilities. Today, PDVSA sells subsidized food, and pays for literacy courses and political campaigns. Even experts find it hard to keep an overview of the company's activities. "PDVSA has become a general store," says Lingg. "Our engineers are selling bread and cheese."

Seven years ago, the oil company's workers went on strike. Chavez saw the revolt as an "attempted coup," and fired 18,000 of the PDVSA's 40,000 employees. Thousands of skilled workers relocated abroad, with the highly trained petroleum engineers quickly finding new jobs in the Middle East, Canada and Russia.

In reality, the state company urgently needs money for investments. But Chavez continues to exploit it to fuel his revolution. In May he ordered the nationalization of all contract companies that had previously worked for PDVSA. Virtually overnight the monopolist swallowed up over 70 companies, which were primarily responsible for transport to the oil rigs.

Robbery, not Expropriation

The De-Ko company on the eastern shore of Lake Maracaibo is one of the victims. An expropriation unit wearing red uniforms stormed the premises at five o'clock in the morning. The owners were escorted away by armed soldiers. "This company now belongs to PDVSA," the leader of the group announced to CEO Jose Contreras. He didn't even have time to retrieve his belongings from his office.

The new bosses painted the facade red and pasted a huge portrait of the caudillo over the company logo. Underneath the president's likeness it read: "Chavez has reconquered our breakwater." The soldiers seized seven transport boats, two tugboats, cranes and production halls worth several million dollars. The government has not paid out any compensation to date. "That was no expropriation. It was a robbery," says Contreras.

In addition, the government is trying to strip all power from the independent oil worker trade unions and force them into a single trade union that is dependent on the state. "The government talks as if it were worker-friendly, but we're left with no say whatsoever," says trade union leader Carlos Contreras, who is actually a Chavez supporter. By pursuing such policies, the president is splitting his own political base.

Dividing Up the Slums

There is no better place to sound out the mood in the country than the 23 de Enero slum on the edge of downtown Caracas. The government's thugs live here in ramshackle brick buildings and dilapidated high-rises from the 1950s that stick to the green hills like huge honeycombs. They beat up unwelcome journalists and opponents of the government. No taxi driver dares to enter the slum.

Chavez has election offices in 23 de Enero and most residents are "Chavistas," as the president's supporters are known. "Under our former government there was a curfew here, and the police murdered and tortured people," says Glen Martinez, 39, who is the director of Radio 23, the local community radio station. "Chavez was the first to see us as citizens."

Radio 23 is one of dozens of "colectivos." This is the name taken by political groups, but also criminal gangs, that have divided up the slums among themselves. There was a time when Martinez wouldn't dare set foot outside without a revolver. "I had a lot of enemies," he says. "But we've brought peace to this area. Now there's a cease-fire."

He gives airtime at Radio 23 to local women's associations, and he provides tips on sexual education and informs listeners of political rallies. A portrait of Che Guevara hangs in the studio, and English-language songs are frowned upon.

Behind the dilapidated building lies rusting old transmitting equipment that was donated by the military. "Chavez pledged to renovate our building," says Martinez. That was two years ago, but they haven't heard from the president since then. Martinez's girlfriend Lisbeth Gonzalez, who has established citizens' councils in the slum and is supposed to consolidate the local political basis on behalf of Chavez, is also frustrated. "There has never been a real revolution here," she says.

'You Can't Intimidate Me'

"The man is getting afraid of his own people," says Chavez's former comrade Baduel.

Baduel shares his prison cell with an admiral and a National Guard general. They were arrested a year ago because they allegedly intended to assassinate the president. The three prisoners play volleyball together to stay in shape.

Baduel recently sent a letter to his former friend in which he wrote: "As the president, you have overpowered the institutions of this country and discredited the military, but you can't intimidate me."

He doesn't expect an answer and he has no illusions about what the future holds for him. "I'll be freed on the day when Chavez steps down, and not a day earlier."

(Der Spiegel - Online; english version)

domingo, 6 de septiembre de 2009

Una nueva "ley mordaza" que apunta a silenciar determinadas voces

Fue tristemente célebre durante el menemismo. Un proyecto de ley imaginado para silenciar a medios y periodistas que se atrevieran a investigar o criticar funcionarios. Pronto se popularizaría como Ley Mordaza. Multiplicaba las penas de injurias, por encima de delitos graves como el cohecho o el enriquecimiento ilícito. Pero ni aún con el caudal político del 93, el menemismo se atrevió a darle impulso, tras la oleada de críticas que recibió.

Hoy, el proyecto de radiodifusión K podría tener efectos parecidos: el silenciamiento de medios de comunicación independientes y su apoderamiento por parte del gobierno, o de empresarios amigos. El kirchnerismo no tolera a la prensa no adicta en su concepción excluyente del poder. Si el proyecto se aprobara como está, deberían cerrar o venderse a precio de remate, justo un año antes de las próximas elecciones presidenciales, canales de televisión abierta (como el 13, del Grupo Clarín, u otros del interior del país) que tienen licencias vigentes por varios años más.

O deberían desaparecer numerosos canales de cable, entre ellos varios de noticias, que son los que le permiten al televidente contar con diversidad de opciones a la hora de informarse. Dato al margen: fueron estas señales las que transmitieron el debate del jueves en Diputados por la ley de medios, mientras Canal 7 emitía en "frecuencia fútbol".

El proyecto K no sólo prohibe tener un canal abierto y un cable en la misma área, algo que no ocurre en ningún país del mundo. También prohibe que el titular de un cable pueda producir contenidos, salvo la señal propia de cada localidad. En otras palabras, canales como TN, que hoy llega a 5 millones de hogares, mañana podría llegar sólo a los 500 mil de la ciudad de Buenos Aires, dejando al resto del país sin esa señal de noticias. Sólo podrían ver TN quienes fueran abonados de Cablevisión, y además porteños. Lejos de democratizar, esto parece reducir las opciones de la gente.

Lo mismo sucedería con América 24 o Canal 26, señales periodísticas que hoy se ven en todo el país. Si sus propietarios decidieran mantenerlas, sólo podrían funcionar como "canales propios" de sus sistemas de cable. Canal 26 sería sólo para los abonados de Telecentro y América 24 para los de Supercanal. En síntesis, de cinco canales nacionales de noticias que existen en la actualidad, tres de ellos quedarían con una "espada de Damocles". Muchísimos televidentes ya no podrían acceder a ellos. Y serían económicamente inviables. De las cinco señales de noticias, sólo dos no tendrían problemas.

Tampoco en ninguna legislación del mundo se limita la producción audiovisual como lo hace esta ley. En Estados Unidos, por ejemplo, las señales más prestigiosas, como CNN o HBO, pertenecen a Time Warner, que es dueña de un gran sistema de cable. Lo único que la ley exige es que no más del 40% de los canales de ese cable sean producidos por Time Warner. Aquí, en la Argentina, se daría un extremo inédito: sólo un canal. El resto, por ejemplo Volver, Magazine, Metro o Quiero, deberían cerrar. Flaco favor a la diversidad y la producción nacional.

Algo parecido sucede con las radios, que a través de repetidoras llegan a otros puntos del país. El proyecto obligaría a que radios como Continental, Cadena 3 de Córdoba, Mitre o La Red tengan que abandonar de golpe a cientos de miles de oyentes, sobre todo en el interior. Otra vez, en lugar de sumar, el proyecto resta. Las cadenas de radios coexisten con los medios locales, dándole más opciones al oyente. En la Argentina probablemente la radio será cada vez más débil.

El proyecto le da al gobierno total discrecionalidad para determinar si un diario, una revista o un simple sitio de Internet pueden tener una radio o un canal. Hoy ese derecho no está sujeto al humor de ningún funcionario, ni puede ser usado como premio o castigo. Mañana sí. Otra herramienta para forjar un escenario mediático a medida.

Todo el espíritu del proyecto de ley de medios K parece buscar eso: silenciar a los medios actuales, quitarles sustentabilidad u obligarlos a vender. Y a los que queden, a depender de la pauta estatal o de otros negocios. El discurso habla de buscar más voces. La realidad, de acallar las existentes.

(Clarín, Argentina; http://www.clarin.com/diario/2009/09/06/elpais/p-01992969.htm)

El gobernador Potemkin inaugurando pueblos

¿Es tan importante lo de los 100 días para el gobierno para que construyan ‘pueblos de Potemkin’? El gobernador ruso Potemkin se hizo tristemente famoso cuando, para quedar bien con la zarina Catalina II la Grande, hizo erigir pueblos fantasmas bien bonitos para disimular que no había hecho nada en su provincia.

A partir de ahí, se llaman Pueblos de Potemkin proyectos que a primera vista parecen bien acabados y nos dejan a todos impresionados, pero que son pura fachada. Pantalla con nada real detrás. Pura paja, diríamos en El Salvador.

El día jueves, el presidente de la República se armó de una pala para llenar de cemento la armazón para los cimientos del nuevo Hospital de Maternidad. La colocación de la proverbial ‘primera piedra’ de un proyecto sumamente importante que corresponde a una necesidad urgente de la población. Así presentado orgullosamente en televisión y prensa...

¡Wow, este gobierno realmente no está perdiendo tiempo! Apenas tres meses en el poder –y ya están comenzando una megaobra–. Normalmente, este proceso dura meses o años: negociaciones con organismos internacionales, financiamiento, licitaciones, elaboración de planos...

Bueno, en este caso también tardará meses, por lo menos un año, hasta que el gobierno Funes podrá iniciar la construcción real del Hospital de Maternidad. Por el momento, no hay financiamiento, no hay licitación, no hay diseño. Así lo confirma el que tiene que saberlo: el ministro de Hacienda. La columna que el presidente Funes ayudó a hacer el jueves es de marca Potemkin. La van a tener que quitar después, cuando realmente estén listos para construir porque ahora ni siquiera hay planos. Lo único que hay de diseño es el concepto general, graficado en dibujos de animación. No creo que los arquitectos que ganarán la futura licitación vayan a diseñar el hospital alrededor de la columna de Funes...

Es absolutamente normal que a esta altura el gobierno no esté en condiciones de colocar la verdadera primera piedra para Maternidad. Es más, a la ministra de Salud habría que felicitarla por el hecho de que en tan poco tiempo estén listos, no para construir, pero sí para iniciar el proceso de negociar los fondos. ¿Por qué, entonces, ahora arman un show de Potemkin poniendo al presidente a mover cemento a una columna ficticia? ¿Sólo por los 100 días? Es absurdo, porque como todos los presidentes, también éste sale bien evaluado a los 100 días. ¿A quién quieren engañar?, si de todos modos el 70% les da el beneficio de la duda?

Hay otro Pueblo Potemkin que nos presentaron con gran despliegue mediático: el Consejo Económico Social, presentado e inaugurado por el presidente Funes el día viernes, sólo un día después de colocar la primera piedra del hospital. El gobernador Potemkin tiene agenda apretada.
En España, donde el Consejo Económico Social tiene una enorme importancia para la gobernabilidad política y la estabilidad económica, se tardaron años en construir esta institución. Lo pusieron en su Constitución de 1978 y lo inauguraron en 1991. ¡Y en El Salvador lo logramos en 100 días!

Bueno, a cierto costo. Para poder mostrar a los 100 días que el gobierno del ‘cambio’ de verdad es de unidad y concertación tuvieron que recurrir a la improvisación y la imposición. Este Consejo, para poder cumplir una función real y no ficticia y mediática, tiene que estar construido sobre acuerdos sólidos sobre su composición, sobre la representatividad de sus integrantes, sobre su reglamento de trabajo, sobre sus metas y sobre el rol de gobierno en esta aventura. Nada de esto es factible debatir y consensuar en tres meses. La foto de grupo que salió en todos los medios retrata otro Pueblo de Potemkin.

El presidente inauguró su Consejo sin ni siquiera poder informar quiénes lo componen. No existe una lista de integrantes, sobre todo del sector que supuestamente representa el ‘movimiento social y popular’. Sólo para llegar a una definición clara, transparente y compartida de qué es y quiénes representan esta cosa que llaman de esta manera difusa (’movimientos sociales y populares’) se necesita un proceso más largo, más transparente - y más inclusivo.

Consecuencia de la manera mediática que construyeron el Consejo es que lo tuvieron que inaugurar sin que esté representado el sector que debería, para que el esfuerzo tenga sentido, ser la verdadera contraparte de ANEP y gobierno: el sector sindical. No estaba presente porque no existe un acuerdo sobre cómo lograr representatividad en este sector muy disperso y dividido. Ni sobre el peso que este sector tiene que tener dentro de la bancada del ‘movimiento social y popular.’

Entonces, ¿con qué contraparte va a concertar ANEP en este Consejo? ¿Con las organizaciones y ONG de feministas, gays y ecologistas, que sí están sentados en el Consejo?

Nuevamente: No se puede criticar al gobierno de no haber logrado, en 100 días, construir las bases y acuerdos indispensables para un Consejo Económico Social. Hay que criticar que, para quedar bien evaluados, posiblemente lanzaron al fracaso el proyecto del Consejo.

Porque ahora tenemos un Consejo Económico Social donde la contraparte de la empresa privada no tiene representatividad; donde no está claro el rol del gobierno (en España, por ejemplo, el gobierno no es parte del CES); donde el sector laboral no se siente representado. Bueno, todos sabemos que en El Salvador no se ha logrado crear una organización sindical representativa y autónoma. Pero, sabiendo esto habría que analizar cómo tendría que ser concebido el CES para poder servir de catalizador para la institucionalización de sindicatos fuertes, representativos e independientes. Cosa que es indispensable para llegar a una sólida estabilidad social...

Posiblemente, el gobernador Potemkin, para mostrar logros inmediatos, se llevó de encuentro este proyecto de largo plazo.

(El Diario de Hoy, Observador)