¿Quién puede creer que se movilicen unos 200 inspectores de la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos) para allanar el diario de mayor circulación del país sin que el jefe del organismo esté al tanto? Eso es lo que Ricardo Echegaray pretende que pensemos. Es pedirnos demasiado."Hemos dispuesto llevar adelante un sumario administrativo, con la finalidad de esclarecer responsabilidades", dice Echegaray. Si la AFIP puede mover semejante batallón a espaldas del jefe, es obvio que la primera responsabilidad le cabe a él por ignorar un despliegue así en su propia área. Si es una excusa, no eligió la mejor.
Y si no fue él ¿quién otro puede ordenar una movilización inquisitoria tan grande? ¿No es raro, además, que el operativo hubiera ocurrido el mismo día en que Clarín revelaba un subsidio irregular por más de 10 millones de pesos, otorgado por un organismo que maneja Echegaray? El jefe de la AFIP no es un funcionario cualquiera: reporta directamente a Néstor Kirchner y goza de un trato preferencial con el matrimonio presidencial. Por eso está al frente de una agencia con tanto poder y capacidad de presión sobre los contribuyentes. Y que maneja información tan sensible que deja chica a la SIDE. En esto, ningún ministerio lo iguala. Ni la Jefatura de Gabinete.
Nunca se había hecho un operativo como el de ayer en una empresa. Lo normal es enviar un supervisor con 4 o 5 inspectores. Como mucho, 20 o 25 si se trata de un barrido especial que incluye ver sueldos, detectar trabajo en negro y verificar en el lugar la cantidad de personal. Invadir con 200 agentes el edificio de la redacción como si fuese La Salada es demasiado sospechoso o definitivamente claro: fue un acto que pretendió intimidar y acabó por convertirse en un grotesco.
La AFIP debería ser un organismo exclusivamente técnico, al servicio del Estado y ajeno a cualquier operación política. Muchos de los inspectores que llegaron en banda y rodearon la manzana donde trabaja la redacción ni siquiera sabían a qué venían ni para qué los habían reclutado. Y se vio cómo la mayoría perdió el tiempo en charlas de entrecasa con los compañeros. "Pregúntele a Kirchner", respondió al fin una de las agentes cuando un periodista la interrogó sobre qué estaba haciendo. Todos confundidos como el seleccionado de Maradona ante Paraguay.
Pero deja de ser un chiste si se lo pone en contexto: escraches violentos contra el diario y sus directivos, pasquines y afiches difamantes, el propio Kirchner usando cualquier tribuna para atacar al diario. Y maltratando a un periodista de Clarín porque le preguntó sobre la asombrosa sextuplicación de su fortuna personal. El operativo de la AFIP es parte de una campaña que arrancó por la cobertura periodística de la pelea K contra el campo. Más de lo mismo. Si la excusa de Echegaray es increíble, ¿cómo creerle al Gobierno que su ley de medios busca democratizar a la prensa y defender la libertad de expresión? Más bien lo contrario: lo de ayer es una señal de lo que puede venir con cualquiera que se atreva a criticar al kirchnerismo. Lo único que falta es que digan ahora que el operativo de intimidación fue armado por Clarín para desprestigiar al Gobierno.
viernes, 11 de septiembre de 2009
Una señal de lo que puede venir
(El autor es editor general adjunto del periódico argentino Clarín. http://www.clarin.com/diario/2009/09/11/opinion/o-01996374.htm)