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Entre todos los triunfos obtenidos por la alternativa democrática en las elecciones del pasado 23 de noviembre hay uno, el de Antonio Ledezma en la Alcaldía Metropolitana, que además de representar la más fuerte sorpresa recibida por la arrogancia cívico-militar que nos gobierna opera como el premio mayor que redondea lo que podría convertirse, si se actúa correctamente, en el proceso de "recuperación de Caracas para las fuerzas de la esperanza". Ya es una proeza histórica que Carlos Ocariz haya derrotado al chavismo en el municipio Sucre, y Henrique Capriles Radonski en el estado Miranda, y que los sectores democráticos hayan ratificado su presencia en Chacao, El Hatillo y Baruta, pero que Antonio Ledezma lo haya hecho en la Alcaldía Metropolitana abre, sin duda, las puertas para iniciar el proceso de renovación de una de las capitales más degradadas, enfermas y abandonadas a su suerte de toda la América Latina. Se trata de una oportunidad de oro que no podemos perder. ¿Por qué tanto entusiasmo? En primer lugar porque la creación de la Alcaldía Metropolitana fue una gran oportunidad para dotar a Caracas del cerebro, el corazón y la visión integral y de futuro de las que -para su infortunio- ha carecido desde hace ya varias décadas. Lamentablemente las únicas dos personas que hasta ahora la han dirigido, los periodistas Alfredo Peña y Juan Barreto, ambos electos con el aval de Hugo Chávez, no entendieron la dignidad del cargo que ocupaban ni la extraordinaria oportunidad que tenían en sus manos de dirigir -como Mockus en Bogotá o Fajardo en Medellín- un generoso proceso de renacimiento de la ciudad que les correspondió gobernar. Hipnotizados por el conflicto político Chávez sí-Chávez no, ambos dilapidaron sus cuatro años de gobierno haciendo obras menores, instalando retratos de sus peculiares rostros en cuanta ambulancia o carro de bomberos echaban a la calle o haciendo jornadas populistas de salud en los barrios pobres. Profundamente confundidos, actuaron como si fueran unos alcaldes más y se desentendieron de las responsabilidades más importantes del alcalde metropolitano: coordinar las energías de la ciudad para que ésta pueda resolver de manera integral sus problemas y dirigir el diseño colectivo de un plan de vuelo -de un itinerario claro- para orientar su futuro. Se dedicaron a remar, cuando en realidad su deber era conducir el esfuerzo colectivo para fijar el rumbo de manera que todos los actores de la ciudad remaran juntos en la misma dirección. Ahora la mesa está servida otra vez. Los nuevos gobernantes, y especialmente el alcalde metropolitano, tienen en el fracaso de los alcaldes chavistas un espejo dónde mirarse, y en los aciertos de Bogotá, Barcelona, Glasgow, Bilbao, Curitiba, Berlín y Quito una muy buena guía. Por lo menos cinco características comunes tienen sus gobiernos exitosos. Una, haber tenido un líder, generalmente un alcalde, que se compromete de manera decisiva con la idea de que la ciudad se puede cambiar y coloca toda su voluntad política al servicio de esa idea. Dos, haber entendido que para hacerlo es indispensable tener una visión integral y de largo plazo sobre el destino de la ciudad, sus vocaciones y la resolución de sus más grandes dificultades. Tres, haber convencido y entusiasmado a la población de que el cambio, empezando por el de cada persona, era posible y que su participación era decisiva. Cuatro, haber hecho una alianza con el mundo académico, intelectual y empresarial para aprovechar al máximo sus conocimientos, técnicas y estrategias, y ponerlas al servicio de la renovación urbana. Y cinco, haber gobernado para toda la ciudad y todos los ciudadanos de manera de hacer cumplir sus derechos, incluyendo el derecho a la ciudad, sin exclusiones de ningún tipo. No va a ser fácil. El centralismo, el presidencialismo y la concentración de poder del proyecto de Hugo Chávez tratarán de impedir el renacimiento de Caracas. Pero no intentarlo o hacerlo mal traería consigo el peor castigo que podamos recibir: el retorno del ruralismo al gobierno de la ciudad. Es el momento de Caracas. Los ciudadanos debemos vigilarlo. (El Nacional, Caracas) |