¡Le cuido el carro, chele! Así me grito un “chavalo” mientras estacionaba mi vehículo en la plaza de la revolución. Vallas color chicha (rosado indescriptible) adornar ahora la plaza. La cara de Daniel esta en los cuatro costados, la fachada de las ruinas de la catedral esta obstruida por unos 40 metros cuadrados color chicha. Pero detrás de ese Danielismo absurdo todavía se encuentra en Nicaragua un pueblo increíble. Al regresar a mi carro el chavalo me regaló un grillo y una rosa que había hecho con hojas de palma, “para que se lleve un recuerdo de Nicaragua”. Gustoso acepto los pocos córdobas que le pude dar por cuidar el vehículo. Solo me imagine al malencarado que en San Salvador me pide dos dólares por adelantado por cuidar el carro, bajo la amenaza que si no los pago, después lo puedo encontrar rayado. Nicaragua sigue teniendo un pueblo de cantantes y poetas, hasta de artesanos que no son místicos chamanes de poses deslumbrantes, sino chavalos que cuidan carros de vez en cuando.