Pareciera que la clase política de los dirigentes del gobierno actual, en su pensamiento económico, a mi modo de entender, por sus intervenciones en discursos, comparecencias, anuncios en tarima florales o leen textos y otros del mismo contenido, en distintos lugares del país, los nuevos jefes del sandinismo están preocupados por las políticas neoliberales del imperio norteamericano, y las combaten por la vía del socialismo del siglo XXI por medios de decretos; tal es el caso del Comandante de la Revolución y Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega.
El presidente Ortega en sus actos públicos, ya sea en un barrio o plazas de municipios, llama a superar la crisis económica, a abolir la pobreza a cero, el hambre a cero y todo lo que termina en cero.
La presencia política de Daniel Ortega al proclamar la vía al socialismo del siglo XXI, en sustitución del neoliberalismo para terminar con la pobreza, el cree que está resolviendo el problema de la miseria, esa es su gran equivocación; Daniel Ortega debe saber que no se pone fin a esos fenómenos con proclamas, manifiestos, o lo que es lo mismo, lo que le llaman socialismo del siglo XXI.
Todos estos anuncios no son más que reacciones de ideas que ya pasaron por el filtro de la historia. Ahora lo que se necesita descubrir es ese nuevo sistema con nuevas ideas, nuevos proyectos, y no expresar un modelo idílico que a veces se convierte inconscientemente en reaccionario.
Varios presidentes de Sudamérica han soñado en que la próxima independencia sea contra el imperialismo y en primer lugar el norteamericano; así se aprecia una nueva época de revolución, iniciándose con la renovación del socialismo del siglo XXI.
Esta doctrina la comparten varios gobernantes de América del Sur, en donde cada uno de ellos la aplica a su propio criterio; no obstante, no todos coinciden en la gestación de esa doctrina. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, es el portavoz de esa nueva revolución.
En esta concepción, cuando levantamos la cabeza para pensar sobre los sistemas económicos a construirse, en primer lugar, hay que identificar el nuevo régimen a crear, en este caso el socialismo.
La organización de la sociedad para concebir la existencia del régimen socialista debe, en primer lugar, reconocer el mundo en toda sus implicaciones dentro del marco de la globalización: ejemplo, el desarrollo del conocimiento técnico y científico en relación al progreso económico y comercial del mundo en vista al socialismo, con el afán de cambiar las grandes trasnacionales en trasnacionales socialistas.
En lo político y jurídico significa para Nicaragua el fin del segundo imperio somocista, representado y apoyado bajo el manto de la “reconciliación y arriba los pobres del mundo”, consignas que dejaron de ser revolucionarias para convertirse en reaccionarias en los portavoces de los dirigentes del partido Frente Sandinista, y que aún subsisten bajo las viejas formas tiránicas del pasado poder dictatorial.
A partir del triunfó y revolución del 19 de julio de 1979, el Frente Sandinista convirtió el sistema socialista en religión, sin destruir poco o nada del viejo régimen somocista y digo nada porque las condiciones del sistema político quedaron intactas, y sus estructuras estatales aún se conservan.
Cuando Daniel Ortega tomó su segundo mandato en enero de 2007, se creía que nacía una nueva oportunidad de organizar una nueva sociedad con el conjunto de los que participaron en las elecciones de 2006, y sobre todos aquellos militantes del Frente que de una u otra manera habían abandonado al Secretario General de dicha agrupación, es decir, el Frente por encima de la personalidad de Daniel.
Y el Frente ofreció un programa electoral de gran contenido social. Por lo menos en aquellos días de la toma de posición así se interpretaba. Se creía en la ingobernabilidad de los gobiernos anteriores por la aplicación del Consenso de Washington, políticas neoliberales en la cual el nuevo gobernante atacaba. Pero la realidad funcionó de otra manera. La segunda oportunidad de lo que se podría llamar la segunda nueva era sandinista a través de DOS, las reivindicaciones sociales y políticas del segundo mandato sandinista se perdieron. Traicionó su propio proyecto.
Sin embargo, la segunda oportunidad se erigió en castigar a sus opositores del pasado revolucionario del 80 que le hicieron caer del trono en 1990, y éste no se hizo esperar cuando asumió el gobierno; DOS se alzó en contra de los que ya no podían gobernar por haber hundido al país por las políticas neoliberales, según él.
Fue el primer error político de su administración en su inicio como gobernante. Y además fustigó a sus amigos de lucha valiéndose del poder.