jueves, 2 de octubre de 2025

Todo lo que han escuchado sobre la dictadura es verdad. Columna Transversal de Paolo Luers

 

"Hoy, a 33 años de terminar esta guerra, necesitaríamos a otra poeta para descifrar lo que está pasando en El Salvador."

SIGUIENTE PAGINA, 2 octubre2025

“What you have heard is true. Lo que has escuchado es verdad.” 


Así le dijo a la joven poeta estadounidense Carolyn Forché un salvadoreño llamado Leonel Gómez. Ella era amiga de Maya, la hija de la poeta salvadoreña Claribel Alegria; Leonel era un sobrino lejano de Claribel. Un día, sin aviso, Leonel apareció en la casa de campo de Carolyn en California; ha manejado tres días y tres noches desde San Salvador para verla. Era el año 1977 y en El Salvador recientemente había sido asesinado el cura Rutilio Grande. Durante dos días y dos noches Leonel le contó la historia de El Salvador y cómo apuntaba hacia una guerra a lo Vietnam. Cuando la poeta le preguntó por qué vino desde El Salvador para contarle todo eso y qué quería de ella, el hombre le respondió: "Quiero que vayas conmigo a El Salvador para luego escribir un libro que explique a los estadounidenses cómo está surgiendo un nuevo Vietnam." Ella le dijo que para eso necesitaría a una periodista, no una poeta, pero Leonel le dijo que una vez que conozca El Salvador sabrá por qué solo una poeta podrá escribir este libro, y agregó: “Te darás cuenta de que todo lo que has escuchado sobre El Salvador, todo lo malo, es verdad…”

   

En enero de 1978, la poeta voló a San Salvador. Leonel Gómez la llevó a barrios pobres, ricos y fincas de café. La puso a hablar con militares, cafetaleros, empresarios, sindicalistas, curas, escuadroneros, estudiantes y  campesinos que se preparaban para la guerra.
    Regresó a Estados Unidos con la certeza de que todo lo que había escuchado sobre los horrores en El Salvador era verdad, solo que lo que vivió era peor. Comenzó a escribir el libro, pero no lo terminó hasta el año 2019 —y lo tituló “What you have heard is true”.
Y tuvo razón Leonel Gómez: el  libro escrito por la poeta explica mejor que cualquier libro académico o periodístico la génesis de la guerra en El Salvador.
    Hoy, a 33 años de terminar esta guerra, necesitaríamos a otra poeta para descifrar lo que está pasando en El Salvador. Varias personas, de Estados Unidos y Europa, buenos conocedores de Centroamérica y sus conflictos , me han contado de sus recientes viajes a El Salvador. Aunque no lo dijeron en las palabras de Carolyn Forché, sí concluyeron que lo que  vieron en el país de las maravillas de Nayib Bukele era peor de lo que hubieran podido imaginar. No vieron un país al borde de la guerra, como lo vio Carolyn en 1978; vieron un país al borde del abismo de una dictadura, sin el más mínimo indicio de resistencia e insurgencia. Se encontraron con viejos amigos relacionados con la insurgencia de los 80 y con la construcción de la democracia en la posguerra, personas de fuertes convicciones y principios, con gran trayectoria de luchas sociales y debates públicos, pero que hoy prefieren no hablar de política. Me contaron del manto de silencio y miedo sobre una sociedad que supuestamente ha recuperado la seguridad ciudadana, luego de 3 años y medio de vivir bajo un régimen de excepción. Hablaron con los familiares de detenidos bajo este régimen, quienes en 3 años en la cárcel no han visto ni un abogado ni un juez.  Los viajeros se dieron cuenta de que todo el mundo sabía que miles de estos casos existen, pero que la mayoría lo veía como la nueva normalidad.
    También hablaron con familiares y defensores de presos políticos, personas profundamente afectadas por la persecución que reina en el país. Ahí, entre los personalmente afectados por la represión, sí detectaron ánimos de terca resistencia, pero en el resto de la sociedad, no directamente afectada por el estado de excepción y la persecución política, nadie quería hablar de esto. Era difícil distinguir si se trata de aprobación de las medidas autoritarias,  indiferencia o miedo. Los visitantes salieron del país sin entender y me preguntaron a mí hacia dónde iba El Salvador.
    En 1978 la poeta encontró un país todavía no en guerra, pero logró descifrar que se movía indeteniblemente en esa dirección. Y detectó algo que describió en términos que perfectamente podrían aplicarse a El Salvador actual. Carolyn, en su libro, describe la paz salvadoreña del año 1978 como “ el silencio de la miseria vivida”.
    Esta frase no la encontramos en ninguno de los cientos de reportajes y análisis escritos por expertos y periodistas. ¿Habrá tenido razón Leonel Gómez cuando en 1977 decidió buscar a una poeta para que explicara lo que estaba generándose en El Salvador, un nuevo Vietnam?  ¿Necesitaríamos ahora buscar otra vez una poeta que se incerte profundamente en el país de los Bukele para descifrar hacia dónde se encamina, más allá de la dictadura  ya  visible?
    Todavía hay un gran vacío en la percepción de cómo en El Salvador, luego de un período de construcción de la democracia y de una sociedad plural, las instituciones democráticas no  pudieron resistir al ataque de un feroz populismo autoritario y un discurso de antipolitica.
Hasta ahora nadie ha descifrado esa compleja y contradictoria historia, y por lo tanto no tenemos ni la más mínima idea de cómo va a terminar, o mejor dicho, cómo podemos cambiar el desenlace de esta historia.
    Carolyn Forché (la esposa de Harry Mattisson, el gran fotógrafo de guerra y amigo) dijo que se fue a El Salvador, por dos razones: necesitaba saber qué tipo de poeta era, y quería entender Vietnam, pero “en sus orígenes”. Lo logró. Lo cuenta en su libro y en varios poemarios. 


¿Adónde buscamos una poeta como ella?


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miércoles, 1 de octubre de 2025

La CIDH toma en sus manos la protección a la vida de los presos políticos. Carta de Paolo Luers


"Con este mandato, la CIDH cuestiona la legitimidad de la práctica generalizada de la justicia salvadoreña de mantener a acusados en detención preventiva durante toda la fase de investigación e instrucción, que bajo el actual régimen de excepción puede prolongarse hasta por 4 años."


 SIGUIENTE PAGINA, jueves 2 octubre 2025

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos CIDH, un organismo oficial pero autónomo de la Organización de Estados Americanos OAS, ha hablado en los casos de Ruth López y Enrique Anaya. 

Esto cambia sustancialmente la situación de estos dos presos políticos, que se encuentran encarcelados e incomunicados en cárceles salvadoreñas. En dos resoluciones casi idénticas, la CIDH otorgó medidas cautelares en favor de López y Anaya. La CIDH considera que se encuentran “en una situación de gravedad y urgencia toda vez que sus derechos a la vida,  integridad personal y salud enfrentan un riesgo de daño irreparable”. Por tanto, la Comisión “solicita al Estado de El Salvador que adopte las medidas necesarias para proteger los derechos de la vida, integridad personal y salud de Ruth López y Enrique Anaya”. Esto significa una obligación jurídica para el gobierno salvadoreño. Es un elemento nuevo para el gobierno salvadoreño frente al derecho internacional.

 

Pero la Comisi
ón no se queda con una orden general, sino la precisa a continuación, mandando al Estado de El Salvador “ que adopte las medidas necesarias para asegurar que las condiciones de detención de López y Anaya sean conforme a los estándares internacionales. En particular, que inmediatamente cese la condición de incomunicación prolongada; se garantice el contacto regular y acceso a sus familiares, sus abogados y representantes como medio para salvaguardar sus derechos.”


Con esto, la CIDH declara que el estado de estricta incomunicación en el cual el gobierno salvadoreño mantiene encarcelados a Ruth López por 135 días y a Enrique Anaya por 114 días es violatorio al derecho internacional.

 

También la CIDH declara que “considerando la excepcionalidad de la prisión preventiva y la situación de riesgo a la vida, integridad personal y salud valorada en la presente resolución, se proceda con revisar la continuidad de la prisión preventiva (...), incluyendo la posibilidad de otras medidas alternativas a la detención preventiva”.

 

Con este mandato, la CIDH cuestiona la legitimidad de la práctica generalizada de la justicia salvadoreña de mantener a acusados en detención preventiva durante toda la fase de investigación e instrucción, que bajo el actual régimen de excepción puede prolongarse hasta por 4 años.

 

Aunque con esas resoluciones la CIDH solo ha mandado al Estado salvadoreño en dos casos específicos que suspenda la incomunicación, garantice los derechos a la defensa y otorgue medidas alternativas a la detención, esto cambia la situación de miles de personas que se encuentran en detención provisional e incomunicación en las cárceles salvadoreñas. No solo los presos políticos que se estiman que son unos 80, sino cualquier detenido bajo el régimen de excepción puede pedir las mismas medidas cautelares a la CIDH. Esto cambia la situación jurídica de decenas de miles de personas que se encuentran prolongadamente en detención preventiva e incomunicadas con sus defensores y familias.

 

Las medidas cautelares que otorga la Comisión Interamericana de Derechos Humanos son jurídicamente válidas, aunque no tengan un carácter vinculante. La CIDH no tiene instrumentos para obligar al gobierno a cumplir sus medidas cautelares. Sin embargo, al no cumplir el gobierno salvadoreño las medidas dictadas por la CIDH, Ruth López y Enrique Anaya (y cualquiera que solicite las mismas medidas cautelares) pueden demandar al gobierno ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y ahí las resoluciones sí son vinculantes para el Estado.

 

Si el gobierno de Nayib Bukele decide no hacer caso a la resolución de la CIDH, corre el peligro de ser condenado por la Corte Interamericana. Es un riesgo serio con posibles consecuencias graves en el ámbito internacional.

 

Con su demanda ante la CIDH, Ruth López y Enrique Anaya han ganado una importante batalla jurídica y moral al régimen de Nayib Bukele. Ahora depende de la sociedad civil salvadoreña y de la comunidad internacional de obligar a Bukele a cumplir con el derecho internacional. El derecho internacional prevalece, porque en El Salvador la Corte Suprema de Justicia no cumple con su obligación de dictar medidas cautelares que protejan a los ciudadanos salvadoreños. 

Saludos,



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