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sábado, 19 de noviembre de 2011
jueves, 17 de noviembre de 2011
Columna transversal: En vez de pactos, una nueva mayoría
La nostalgia por la unidad es mal asesor. Conduce a la tentación de buscar unidad a cualquier costo. Normalmente a costa de principios.
La unidad (de las izquierdas, de las derechas, del país...) es un logro valioso cuando (y sólo cuando) es resultado de un proceso de construir visiones y valores compartidos.
La unidad como imperativo ideológico es un corsé de fuerza, que tiende a limitar el pluralismo y el derecho a la disidencia. En situaciones de mucha tensión (guerras, revoluciones, crisis...) el imperativo de unidad suele producir tensiones, persecuciones, exclusiones, y hasta ejecuciones.
Es positivo que construyan unidad los que comparten principios, valores y visiones, y que no se dejen dividir por intereses personales o sectoriales. Sin embargo, la falsa unidad, la que no está sustentada en valores compartidos sino en intereses o enemigos comunes, es dañina. El miedo a faltar al imperativo categórico de la unidad de una supuesta izquierda lleva a socialdemócratas como Insulza (el infeliz Secretario General de la OEA) o Moratinos (el no menos infeliz ex-canciller de España) a actitudes de condescendencia con regímenes de "izquierda" como los de Hugo Chávez, Rafael Correa, Daniel Ortega e incluso Raúl Castro. Si traducimos este fenómeno a la situación doméstica, nos encontramos con los tontos útiles que se metieron en el Gobierno del FMLN y no saben cómo salir sin volverse "traidores".
Igual en la derecha. Angustiados por el imperativo categórico de la unidad necesaria para enfrentar el peligro comunista, los liberales (y hasta los libertarios) frecuentemente sacrifican sus principios, encubriendo la corrupción de los populistas, los abusos de los mercantilistas, y el autoritarismo (e incluso la represión) de los conservadores.
A veces los principios se imponen, como en el caso de la ruptura de los sectores democráticos del FMLN histórico con el partido FMLN, convertido por los ortodoxos en corsé unitario. O cuando, para salvar su identidad, ARENA se desmarcó del círculo de Tony Saca.
Pero no siempre estas rupturas resisten a la maldita nostalgia de la unidad. Al sólo darse el pretexto (llamado Mauricio Funes), muchos de los disidentes del difunto FDR regresaron a la supuesta armonía o seguridad de la unidad de la izquierda. Y en la derecha, incluso entre los liberales, no ha muerto la tentación de hacer caso al canto de sirenas de la "unidad de la derecha" orquestado por Tony Saca. Han logrado levantar a ARENA del coma en que había caído en el 2009, pero todavía hay quienes no están claros cuál ha sido la tragedia de ARENA: la derrota electoral, la traición de sus ex-dirigentes, o la pérdida de la unidad y la ausencia de Saca...
No hay claridad sobre la cuestión clave: ¿Qué es lo que hay que superar? ¿La división o los remanentes de las concepciones de corrupción y populismo que todavía existen en ARENA? Igual como para algunos grupos y personajes de la izquierda democrático, todavía no es claro que sólo tendrán futuro político rompiendo con el FMLN. Lo que tienen ahora, dentro del "gobierno de unidad nacional", es tiempo prestado con fecha de vencimiento.
En ARENA todavía existe la tentación de sacrificar la coherencia y el ritmo de la renovación orgánica y programática, en aras de no alienar a sus sectores más conservadores y de no quemar los puentes para una potencial "unidad de toda la derecha", incluyendo Gana y Saca. Sería un error fatal hacer caso a esta tentación.
En vez de dejar las puertas abiertas para una falsa unidad sin principios, ARENA debe hacer lo contrario: cerrar las puertas de este lado, lo más hermético posible, y abrirlas del otro lado, del lado de los independientes, de los desencantados con los partidos; de los que han votado por Saca y terminaron defraudados, que luego votaron por Funes y terminaron desilusionados e indignados.
Si dejan de llorar por la unidad perdida, ARENA tiene la oportunidad histórica de construir una nueva mayoría, cuyo cemento ya no serían los pactos y componendas, sino una visión compartida de pluralismo, reforma, institucionalidad democrática, responsabilidad social y defensa de las libertades. Si ARENA abre suficientes puertas hacía los independientes, la clase media urbana y la juventud, puede surgir una nueva mayoría y una nueva gobernabilidad. Y de paso esto volvería dispensable a Gana y Saca.
La unidad (de las izquierdas, de las derechas, del país...) es un logro valioso cuando (y sólo cuando) es resultado de un proceso de construir visiones y valores compartidos.
La unidad como imperativo ideológico es un corsé de fuerza, que tiende a limitar el pluralismo y el derecho a la disidencia. En situaciones de mucha tensión (guerras, revoluciones, crisis...) el imperativo de unidad suele producir tensiones, persecuciones, exclusiones, y hasta ejecuciones.
Es positivo que construyan unidad los que comparten principios, valores y visiones, y que no se dejen dividir por intereses personales o sectoriales. Sin embargo, la falsa unidad, la que no está sustentada en valores compartidos sino en intereses o enemigos comunes, es dañina. El miedo a faltar al imperativo categórico de la unidad de una supuesta izquierda lleva a socialdemócratas como Insulza (el infeliz Secretario General de la OEA) o Moratinos (el no menos infeliz ex-canciller de España) a actitudes de condescendencia con regímenes de "izquierda" como los de Hugo Chávez, Rafael Correa, Daniel Ortega e incluso Raúl Castro. Si traducimos este fenómeno a la situación doméstica, nos encontramos con los tontos útiles que se metieron en el Gobierno del FMLN y no saben cómo salir sin volverse "traidores".
Igual en la derecha. Angustiados por el imperativo categórico de la unidad necesaria para enfrentar el peligro comunista, los liberales (y hasta los libertarios) frecuentemente sacrifican sus principios, encubriendo la corrupción de los populistas, los abusos de los mercantilistas, y el autoritarismo (e incluso la represión) de los conservadores.
A veces los principios se imponen, como en el caso de la ruptura de los sectores democráticos del FMLN histórico con el partido FMLN, convertido por los ortodoxos en corsé unitario. O cuando, para salvar su identidad, ARENA se desmarcó del círculo de Tony Saca.
Pero no siempre estas rupturas resisten a la maldita nostalgia de la unidad. Al sólo darse el pretexto (llamado Mauricio Funes), muchos de los disidentes del difunto FDR regresaron a la supuesta armonía o seguridad de la unidad de la izquierda. Y en la derecha, incluso entre los liberales, no ha muerto la tentación de hacer caso al canto de sirenas de la "unidad de la derecha" orquestado por Tony Saca. Han logrado levantar a ARENA del coma en que había caído en el 2009, pero todavía hay quienes no están claros cuál ha sido la tragedia de ARENA: la derrota electoral, la traición de sus ex-dirigentes, o la pérdida de la unidad y la ausencia de Saca...
No hay claridad sobre la cuestión clave: ¿Qué es lo que hay que superar? ¿La división o los remanentes de las concepciones de corrupción y populismo que todavía existen en ARENA? Igual como para algunos grupos y personajes de la izquierda democrático, todavía no es claro que sólo tendrán futuro político rompiendo con el FMLN. Lo que tienen ahora, dentro del "gobierno de unidad nacional", es tiempo prestado con fecha de vencimiento.
En ARENA todavía existe la tentación de sacrificar la coherencia y el ritmo de la renovación orgánica y programática, en aras de no alienar a sus sectores más conservadores y de no quemar los puentes para una potencial "unidad de toda la derecha", incluyendo Gana y Saca. Sería un error fatal hacer caso a esta tentación.
En vez de dejar las puertas abiertas para una falsa unidad sin principios, ARENA debe hacer lo contrario: cerrar las puertas de este lado, lo más hermético posible, y abrirlas del otro lado, del lado de los independientes, de los desencantados con los partidos; de los que han votado por Saca y terminaron defraudados, que luego votaron por Funes y terminaron desilusionados e indignados.
Si dejan de llorar por la unidad perdida, ARENA tiene la oportunidad histórica de construir una nueva mayoría, cuyo cemento ya no serían los pactos y componendas, sino una visión compartida de pluralismo, reforma, institucionalidad democrática, responsabilidad social y defensa de las libertades. Si ARENA abre suficientes puertas hacía los independientes, la clase media urbana y la juventud, puede surgir una nueva mayoría y una nueva gobernabilidad. Y de paso esto volvería dispensable a Gana y Saca.
(El Diario de Hoy)
martes, 15 de noviembre de 2011
Carta al nuevo ministro de Seguridad
Estimado desconocido:
Espero que hoy martes 15 de noviembre, el presidente ya haya nombrado a su nuevo ministro de Seguridad, poniendo fin a una semana de vacío, especulaciones, presiones y conspiraciones.
Espero también que su nombramiento venga acompañado de una reestructuración de todo el gabinete de seguridad, y de un plan integral del combate a la delincuencia.
Le aseguro que si es así, usted podrá contar con el apoyo de este creador de opinión, y probablemente de todos los sectores de nuestro país.
Seguramente usted, al aceptar el cargo, le expuso al presidente la necesidad que lo deje trabajar sin amarres partidarios, con las manos libres para implementar las medidas necesarias sin pensar en campañas electorales.
Uno de los problemas principales que usted va a tener que resolver es la profunda división, desconfianza y desmotivación dentro de la PNC. Otro, la falta de una definición clara del rol de la Fuerza Armada. Los decretos ejecutivos emitidos para incluir a la Fuerza Armada en la lucha contra la delincuencia, están hechas con las patas, y usted tendrá que convencer al presidente que los haga de nuevo, pero esta vez con claridad y audacia.
De usted esperamos un discurso claro que deje de contraponer prevención con represión, mano dura con mano amiga. Necesitamos ambas manos, y sobre todo que la mano derecha sepa lo que está hacienda la otra, y viceversa. Por esto necesitamos un ministro de seguridad con la competencia y la autoridad necesarias que puede poner en marcha programas de prevención en coordinación con la estrategia de recuperar el control de territorios. Y que no tiene que pedir permiso a nadie, ni a la primera dama, ni a ningún secretario presidencial...
Si usted es del FMLN, use su influencia para desarmar las células partidarias en la policía y para convencer al partido que su éxito no se mide por la cantidad de unidades que controle en la PNC sino por la cantidad de colonias que se vuelvan seguras.
En algún momento pensábamos que la experiencia combativa y de inteligencia acumulada en la guerrilla, combinada con las capacidades de la PNC y de la Fuerza Armada, serían suficientes para desarmar a las pandillas y el crimen organizado. ¿Que tal si usted logre esta combinación en función de la seguridad de todos?
Le deseo mucho suerte, porque si usted tiene éxito, todos salimos bien.
Paolo Lüers
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