jueves, 30 de octubre de 2014

Columna transversal: Renovación versus moda

En el año 2008, cuando recién fue anunciada la candidatura de Mauricio Funes, me metí en un debate controversial con muchos de mis amigos de años, quienes vieron en esta candidatura la oportunidad histórica para renovar la izquierda. Héctor Silva, Roberto Turcios, Brenny Cuenca, Héctor Dada, Carlos Aparicio, Alex Segovia, igual que yo y otros muchos, habían sido durante 20 años críticos de la transformación del FMLN en un clásico partido centralista y vertical, que se negaba al pluralismo y la democracia interna. Fueron protagonistas de una izquierda democrática, moderna, abierta y pluralista, que no lograba convertirse en fuerza política relevante, pero tenía autoridad moral.

Al igual que otros integrantes de esta izquierda de corte socialdemócrata, como Salvador Samayoa, Facundo Guardado, Roberto Rubio, me negué a tragarme la mentira que la decisión del FMLN de postular a Mauricio Funes era expresión de apertura y renovación. No sólo no creíamos en Funes, porque jamás se había destacado como alguien que buscaba la renovación de la izquierda, sino además no registramos en el FMLN ningún proceso de debate interno, reflexión histórica, apertura hacía la sociedad civil. No vimos, en resumidas cuentas, un proceso de renovación de liderazgos e ideología. Era obvio que la decisión de postular a la presidencia a alguien fuera del partido era simplemente resultado de una nueva la estrategia electoral.

En los debates que se generaron, siempre cité como ejemplo la candidatura de Felipe González en España. Dos veces se negó Felipe a aceptar la candidatura del PSOE, hasta que este realizó dos congresos con debates muy fuertes y profundos sobre la reorientación ideológica: de marxista a socialdemócrata. Al fin llegó al poder como exponente de la renovación de su partido – y de España.

Retrospectivamente, el debate del 2009 está resuelto. Funes se fue y dejó al partido FMLN como lo encontró: un partido autoritario y ortodoxo. Muestra de esto: le sucedió en la presidencia el dirigente más conservador y ortodoxo del partido, y no alguien con muestras de cierta visión renovadora como Oscar Ortiz, Hugo Martínez o Gerson Martínez. El FMLN no ha cambiado en nada, está comandado por el mismo triunvirato de José Luis Merino, Medardo González y Sánchez Cerén. En esta secuencia. Funes se fue, y el FMLN siendo castrista y chavista. Solo un poco más corrupto, gracias a ALBA.

En una tertulia larga -la última- en La Ventana, mi amigo Roberto Pineda, Carlos Aparicio y Alex Segovia me querían convencer que apostar a Funes era lo correcto: “Es la oportunidad histórica que tanto hemos buscado. Desde el gobierno vamos a transformar la izquierda. O transformamos al FMLN, o creamos una izquierda moderna, democrática que lo desplaza..”

Tuvimos razón los escépticos que nos negamos a unirnos a la fórmula Funes-FMLN. No transformaron al FMLN, ni le pusieron a la par una izquierda democrática. Llevaron al FMLN al poder, entraron en su gobierno - y no lograron nada en materia de transformar la izquierda.

Hoy el Frente quiere repetir el mismo truco. El mago ahora se llama Nayib Bukele. Nuevamente alguien se nos vende como ícono de la renovación de la izquierda: camisa blanca, campaña sin color rojo, un ciudadano no militante. Pero esta vez no acompañado de intelectuales de izquierda democrática como Héctor Silva y el doctor Dada, sino de expertos en mercadeo, como Peter Dumas, Neto Sanabria, que vienen de la órbita de Tony Saca.

Y nuevamente, el empaque engaña. La candidatura de Bukele jr. no es resultado de un proceso de debate y desarrollo democráticos dentro del FMLN. No existe, como no existió en el 2008 cuando se cocinó la candidatura de Funes. Bukele es, igual como lo fue Funes, producto de una estrategia electoral. Saben que luego de las derrotas que Norman Quijano les dio a Violeta Menjívar y Schafik jr., el FMLN nunca más va a ganar San Salvador con un candidato rojo. Igual que en el 2008, el FMLN está blindado contra el debate interno, la crítica interna, la renovación. Bukele no va cambiar al FMLN ni transformar nada. Ni como candidato, ni como alcalde. El Frente, sabiendo que no puede ganar la alcaldía de San Salvador con un candidato militante, abre espacio para un candidato externo para ver si la quitan a ARENA. Y Bukele, con bastante astucia, juega su papel asignado como renovador de la política. Cambiar la cara para que nada cambie…

Toda esta estrategia estaba diseñada para enfrentarse a Norman Quijano, un candidato de larga trayectoria de militancia den ARENA. Joven contra viejo. Ciudadano contra militante. Renovador contra conservador. Empresario contra burócrata…

Con la entrada de Edwin al ring cambia todo. De repente aparece como candidato un hombre que hace cinco años entró al partido para renovarlo; quien impulsó en ARENA debates internos y articuló una tendencia renovadora que comienza a asumir candidaturas importantes y direcciones internas. Resultado de todo esto, que aun es un proceso incipiente y encuentra muchas resistencia en el partido, ARENA tuvo que entregar a Zamora la preparación y dirección de su Congreso. Con todo esto, Zamora se perfiló como principal impulsador de la apertura, democratización y modernización de ARENA. Tan así que cuando con la retirada de Norman Quijano se creó un peligrosos vacío, el partido tuvo que pedir a Zamora que asuma la candidatura a la alcaldía de San Salvador. La renovación se institucionaliza.

No es cierto que los dos candidatos son de la misma madera. Zamora es empresario de verdad, que ha creado 10 mil empleos. Bukele juega el papel de empresario con el capital de su familia. Zamora es parte de un proceso de debate interno y redefinición de ARENA. Bukele jr. está creando una moda. Zamora tiene todo la capacidad y, al convertirse en alcalde capitalino, tendrá la correlación de fuerza para profundizar y hacer irreversible la a apertura democrática de su partido. Bukele jr., incluso si la renovación fuera su verdadera intención, tendrá cero influencia sobre el desarrollo del FMLN. El FMLN ha creado un blindaje contra la renovación que pesos pesados como Villalobos, Héctor Silva, Facundo Guardado, Oscar Ortiz no han podido penetrar. Mucho menos el heredero de un grupo empresarial que busca poder político.
(El Diario de Hoy)