jueves, 21 de agosto de 2014

Columna transversal: País quebrado y estado fallido, dos distracciones

Dos diagnósticos fatalistas se han puesto de moda en El Salvador: que ‘el país está quebrado’ y que ‘somos un estado fallido’. Ambos son falsos. Falacias irresponsables. Son peligrosos, porque socavan la confianza en un país, cuya economía y seguridad ya están en crisis – y las puede terminar de hundir. Self-fulfilling prophecy - profecía autocumplida.
El país no está en quiebra, las finanzas públicas están en quiebra.

Tenemos gobiernos que fallan ante su responsabilidad, pero no un Estado fallido.

Mal gobierno, mal manejo de finanzas públicas, y políticas públicas erróneas ponen un país en crisis, pero solamente terminan llevándolo a la quiebra económica y a un estado fallido si la sociedad pierde la confianza en su capacidad de superar esta crisis.

Un país es mucho más que un gobierno y sus políticas, y la economía de un país es mucho más que sus finanzas públicas.

La economía salvadoreña ha aguantado políticas públicas erróneas y populistas de las administraciones Saca y Funes. Ha perdido su capacidad de generar crecimiento, pero no ha quebrado. La economía ha sobrevivido tres reformas fiscales, que nos han traído nuevos impuestos y menos transparencia. Todas las reformas fiscales son malas si no hacen más simple y transparente el sistema tributario. Nuestra economía ha sobrevivido el declive en todos los diferentes índices que miden el clima adecuado para inversiones;  ha sobrevivido la sistemática confrontación del gobierno Funes con el sector privado - y no ha quebrado. Todavía crecen la exportación y la industria. Todavía tenemos una economía que puede recuperar su crecimiento mañana, con tal que las políticas públicas dejen de restringirla y focalicen la inversión pública consecuentemente en educación y una seguridad basada en la inclusión social y la transformación de los guetos.

El problema de las finanzas públicas, que el gobierno del FMLN, lejos de resolverlo, está profundizando, se puede volver manejable con la conjugación de varios factores: crecimiento económico, austeridad en el gasto público, y políticas públicas que logren comprometer al sector privado en estrategias de largo plazo.

Expertos en la materia afirman que incluso las finanzas del Estado, aunque son mal manejadas por los gobiernos del FMLN, podrían sanarse a corto plazo con medidas adecuadas que perfectamente están al alcance de un ejecutivo y una legislativa responsables. O sea, no es un problema estructural, es reflejo de políticas erradas. Pero estas se esconden detrás de la falsa imagen de un país quebrado. Se habla de nuevos modelos económicos, en vez de revisar de fondo las políticas públicas adoptadas por los dos gobiernos del FMLN.

Algo parecido pasa con la afirmación irresponsable que El Salvador es un “estado fallido’. Fatalmente, se juntan corrientes de izquierda que quieren empujar al FMLN hacia cambios más fundamentales (o incluso fundamentalistas). En esta categoría caen las posiciones de Héctor Silva hijo, quien difunde la tesis que la PNC, por a infiltración de ex-militares y sus conexiones mafiosas, tiene un pacto con el crimen organizado. No habla de individuos que, igual que en cualquier policía del mundo, dentro de la PNC pueden tener conexiones con el crimen organizado – habla explícitamente de un problema institucional y estructural: la PNC como institución está comprometida y por tanto no puede cumplir su rol de combate al crimen. Ergo: estado fallido.

Lo más absurdo es que estas posiciones son retomadas no sólo por voceros de  la UCA, de El Faro y de FESPAD, sino igualmente por representantes oportunistas de la derecha.  En su afán de criticar al FMLN y su gobierno les conviene la teoría de la quiebra y del estado fallido. Echan al niño con el agua de la bañera. En vez de someter las políticas de seguridad del gobierno a un análisis crítico y proponer alternativas, hacen juicios sumarios con el veredicto de un estado fallido. El argumento: si el estado, en partes de su territorio, no puede mantener el control, ni garantizar los servicios básicos ni imponer el monopolio estatal de ejercer violencia, se trata de un estado fallido. Felicidades: aplicando criterios tan generales, toda América Latina se compone de estados fallidos, tal vez con excepción de Chile, Costa Rica y Uruguay. Ni hablar de África, el mundo árabe  y buena parte de Asia. Entonces, “estado fallido” se vuelve sinónimo de subdesarrollo, tercer mundo, país en desarrollo… Felicidades, ¡excelente análisis!

Igual que en el tema económico, aquí aplica lo mismo: el gobierno y sus políticas están fallando, hay que cambiarlos, urgentemente. Cuando una habla de “estado fallido”, esto parece imposible. Reparar un “estado fallido” requiere mucho más que una corrección de políticas públicas o un cambio de gobierno. Implica una refundación del estado, cambios en la correlación de fuerzas entre gobierno, poderes, sociedad, sector privado. Sólo la izquierda troglodita puede tener interés en una refundación del estado. Por esto promueve la tesis del ‘estado fallido’, echando la culpa a los 20 años de ARENA…
(El Diario de Hoy)