jueves, 19 de diciembre de 2013

Carta a los magos que nos prometen “unidad”

“El único consenso que se requiere en democracia es alrededor de las reglas de juego con las que se dirimirán los disensos.” Esta frase la encontré hoy en el twitter,  de un muy estimado colega venezolano: Luis Vicente León, economista, encuestador, analista político y columnista de El Universal. Obviamente está hablando de Venezuela, país profundamente polarizado, donde en medio de la crisis total (económica, productiva, de abastecimiento, de instituciones, de derechos humanos) surge el grito desesperado por el consenso, la sensatez, el diálogo, la unidad nacional. Y Luis Vicente le dice a su gente: No sean ingenuos, lo que necesitamos recuperar son instituciones confiables.
Igual podría estar hablando de El Salvador: otro país dividido, donde la gente está frustrada de la polarización – y donde ustedes, los mercaderes de ilusiones, tratan de vendernos que la receta es “unidad”. No estoy hablando solamente del candidato que puso esta palabra incluso de nombre a su movimiento. No, estoy hablando de todos los candidatos y algunos intelectuales que hablan de construir consensos e incluso pactos de nación...

A mi nunca me han gustado estos discursos. Casi siempre son mentirosos. Esto es lo que cae mal en esta campaña: Ninguno de los 3 candidatos habla claro, los programas de gobierno casi no se distinguen, hay que adivinar las verdaderas intenciones de cada uno...

Nos viene como anillo al dedo la frase de mi colega venezolano: “El único consenso que se requiere en democracia es alrededor de las reglas de juego con las que se dirimirán los disensos.”

La receta no es unidad, sino reglas claras. No es pacto nacional, sino seguridad jurídica. No es consenso, sino mecanismos confiables para resolver o administrar las diferencias.

Y ahí está la deficiencia, tanto en Venezuela como en El Salvador: No funcionan bien las instituciones encargadas de dirimir las diferencias y conflictos. Bueno, en Venezuela han dejado de funcionar del todo como mecanismos democráticos y se han convertido en mecanismos de control del gobierno sobre la sociedad. Aquí no estamos tan mal, pero tampoco estamos bien. Aquí, con justa razón, tenemos muy poco confianza en la Fiscalía, en la Corte de Cuentas, en el Tribunal Electoral, en la Asamblea – que son las instituciones creadas para dirimir los disensos, para garantizar seguridad jurídica, para proteger las libertades...

Entonces, no haremos caso a los discursos de ustedes que prometen falsos consensos. Mejor pondremos atención a las medidas prácticas que fortalezcan la independencia de las instituciones de control.

A los candidatos no les pedimos cuentos da hada de unidad, sino los interrogamos sobre qué están dispuestos a hacer para que las instituciones (fiscalía, Corte de Cuentas, Corte Suprema, Tribunal Electoral..)  sean entidades profesionales, independientes – verdaderos árbitros, a cuyo juicio todos podemos confiar y supeditarnos.

A los candidatos hay que interrogarnos sobre qué van a hacer para que todos, incluyendo ellos mismos, estén plenamente subordinados al principio que la última palabra sobre conflictos de constitucionalidad la tengan los magistrados de la Sala de lo Constitucional - y no el presidente de la República, ni la Asamblea, ni tampoco los plebiscitos que quieren algunos importar...

Para resumir: El principio que hay que buscar con urgencia no es el consenso, sino la libertad de disentir y reglas claras para administrar el pluralismo.

Así que, no nos vendan recetas demagógicas. 
Paolo Lüers
(Más!/EDH)