lunes, 1 de octubre de 2012

Observador político: Llegó “El Flaco” a Caracas - para quedarse

Viendo en Globovisión la transmisión en vivo del cierre de campaña de Henrique Capriles, me cuesta imaginar que el próximo domingo no gane al comandante Hugo Chávez. A la par de ‘El Flaco con la cachucha’, como los venezolanos llaman al candidato opositor, Chávez –más allá del desgaste por su enfermedad, por 14 años de gobernar y por su discurso siempre confrontativo- parece el candidato conservador. Y Capriles, mas allá de su condición de joven dinámico, parece un innovador con fuertes componentes socialdemócratas.

La juventud de Capriles (de apenas 40 años) tuvo su reflejo fiel en la multitud de más de 1 millón de caraqueños que lo recibieron en la capital: Las cámaras mostraron una mayoría de jóvenes. Con esta generación, que ha pasado la mayor parte de su vida en una Venezuela gobernada por Chávez y el Socialismo del Siglo 21, y con este candidato opositor, difícilmente pega la permanente alerta del actual presidente contra “los burgueses que quieren que Venezuela regrese al antiguo régimen corrupto” de los años 70 y 80, derrotado por la ‘Revolución Bolivariana’.

Al subir al escenario al estilo más de un rock star como de un político tradicional, vestido como siempre de ropa deportiva y con su gorra de baseball, Capriles puso el dedo en la llaga y comenzó su discurso haciendo suyo el “espíritu de cambio y esperanza del 1998”, que derrumbó la llamada ‘Cuarta República’ y llevó al poder a un joven y rebelde militar llamado Hugo Chávez: “Cuando el otro candidato fue electo presidente, yo fui electo el más joven presidente de la Asamblea de nuestra historia. Y todavía estoy en este proceso de cambio, igual de flaco, mientras que el otro candidato se enfermó del poder y no lo quiere soltar.”

Y de ahí Capriles le fue cobrando a Chávez, punto por punto, todas las promesas incumplidas de esta gran ilusión de cambio del 1998: Hoy Venezuela no tiene paz, sino violencia; no tiene empleo, sino destrucción de la producción nacional; tiene peores escuelas, universidades, cárceles y hospitales...

Henrique Capriles Radonski no es un gran orador, como indudablemente lo es Chávez. Esto, en un país de tan enorme pasión por la retórica, parece un problema serio para un candidato. ‘El Flaco’ lo sabe y nunca trata de competir con su contrincante en este deporte nacional de desbordante oratoria demagógica. En el discurso de Capriles se notaban sus nervios, su voz se quebró frecuentemente, perdió varias veces el hilo... Pero esto no afectó su conexión con la multitud. Le da hasta ventaja, le ayuda ganar simpatía: Los venezolanos están cansados de oratoria y sedientos de soluciones; cansados de ideología y curiosos de ideas. Y esto es lo fuerte del ex-alcalde de Baruta y gobernador de Miranda: ideas y soluciones prácticas; llevar la política del campo de ideología al campo de la administración pública eficiente.

Si uno compara la campaña opositora con la campaña chavista, las diferencias son evidentes – y parecen trabajar en favor de ‘El Flaco’. En las concentraciones de Chávez un mar de rojo: banderas, camisas, cachuchas, pancartas de un sólo color. Las concentraciones de la oposición son multicolores, porque Capriles representa un abanico de 25 partidos, unos de trayectoria de izquierda, otros de trayectoria de derecha, la gran mayoría de carácter reformista: socialdemócratas, socialcristianos, verdes, humanistas... Pero la mayoría de los asistentes al gran meeting en Caracas son civiles, vestidos de civil. La diferencia visual refleja la diferencia política: uniformidad versus pluralidad. Revolución versus reforma. Militancia contra ciudadanía...

Otra diferencia entre las dos campañas: Bombardeo aéreo de Chávez y su gobierno versus un recorrido maratónico casa por casa de ‘El Flaco’. Lo hizo en la campaña de las elecciones primarias y lo repitió ahora: primero casa por casa, luego barrio por barrio, después ciudad por ciudad, para culminar en concentraciones gigantescas en cada estado. Claro, ‘El Flaco’ en la vida real es maratonista, y Chávez, en la vida real, es paciente de cáncer. El presidente se concentra en la televisión, disponiendo de un imperio de medios y en la cadena nacional obligatoria: Ha utilizado más de 80 horas de cadena nacional. 80 horas en todos los canales y radios del país, hablando solo. Se negó a debatir. Su opositor no tiene acceso a cadena nacional, pero además sabe que no dispone de este don del carisma mediático. Hizo lo correcto: convertir la desventaja en virtud, ir a la calle full time, en todo el país. Y de repente él mismo y la gente descubrieron algo insólito: Este hombre tiene un enorme carisma a corta distancia, en el contacto directo con la población. Tuve la oportunidad de acompañarlo, en su trabajo de gobernador, a pueblos remotos, y observé como la percepción de la gente cambió radicalmente una vez que lo tenían de frente. Este hombre pintado de ‘ricachón’, de elitista, de ‘oligarca’, cuando la gente lo tiene cerca, resulta humilde, abierto, simpático y divertido. Resulta que escucha.

Entonces, cada uno de los candidatos escogió su campaña: Chávez, como su salud no le permite una campaña terrestre, escoge la super-mediática, con discurso violento y confrontativo, tildando a su adversario de cualquier cosa; Capriles, que no tiene ni los recursos ni el don para campaña mediática, escoge el contacto directo: Vean, aquí estoy, así soy, un flaco con cachucha y buenas ideas. Y casi no habla de su contrincante.

Y así va ‘El Flaco’, desmontando el monstruo ‘ultra-derechista’ que el oficialismo ha pintado de él; desmontando sistemáticamente la retórica revolucionaria, confrontándola con los hechos, con los números de desempleo, homicidios, falta de vivienda, deficiencias de salud y educación. Y con propuestas prácticas.

Nadie hubiera pensado que de esta manera Capriles pudiera acumular y acumular hasta llegar, justo para el cierre, a la culminación: movilizar a millones de gente en las ciudades principales; armar espectáculos al estilo de concierto de rock; conectar con multitudes de jóvenes y mujeres. Como buen corredor de maratón que es, supo medir y administrar sus tiempos y sus fuerzas.

“Esta batalla no es entre partidos ni entre ideologías, es entre dos estilos de vida”, dijo Capriles a los caraqueños. Y acto seguido habló de que en la nueva Venezuela cabrán todos, sin distinciones ideológicas, sin revanchas, sin exclusiones, sin perdedores. Un contraste muy fuerte al discurso de Chávez que siempre pinta divisiones, confrontaciones, diferencias entre las dos Venezuelas incompatibles que él ve: la Venezuela revolucionaria, y la Venezuela de los ‘vendepatrias’.

Hay otras diferencias entre las dos campañas, y también parecen trabajar a favor de Capriles. Chávez habla del pasado, Capriles habla del futuro. Chávez habla de defender el status quo, aunque tenga el apellido ‘Revolución’; Capriles habla de reformas, cambios, soluciones, inversiones, sacrificios compartidos.

Pude observar hace como dos años el inicio de un importante cambio en la percepción de la gente. Durante 10 años la oposición no pudo ganar, porque la gente la asociaba con inestabilidad e incertidumbre. Esto empezó a cambiar cuando líderes jóvenes como Leopoldo López, Pablo Pérez (el gobernador de Zulia) y Henrique Capriles se pusieron a la cabeza de la oposición. En un año de campaña, dirigida por estos líderes y muchos otros de la misma generación, este cambio de percepción se hizo irreversible. Hoy la violencia, el peligro de inestabilidad e incluso de confrontaciones que rompan la paz son asociados con Chávez y con su intento de retener el poder, no con la oposición que muestra pluralidad, tolerancia, reformismo y voluntad de reconciliación.
(El Diario de Hoy)