martes, 2 de octubre de 2012

La boda y su marcha nupcial


Quisiera aclarar desde el principio: me considero un fiel creyente de la importancia del rol de la iniciativa privada y de la libertad de contratación y de la autonomía de la voluntad de las partes en la vida de un país y por lo tanto de toda la actividad económica que se desprenda del sector privado. Por lo tanto quisiera evitar dar la impresión de tener un doble discurso al reflexionar en este artículo sobre un acto que es por excelencia la unión patrimonial más importante y que da vida a la persona jurídica que más empeño se requiere para que perdure; me refiero por supuesto, al matrimonio.
El matrimonio de acuerdo a la RAE es la “unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales”, a este acto concreto de contraer el matrimonio se le conoce como “Boda” o “casamiento”. Muchos de los lectores pensarán antes que nada en la boda religiosa y quizá en uno de sus rituales más comunes: la marcha nupcial. Permitanme comentarles que la marcha nupcial fue escrita por Felix Mendelssonhn en 1826, y que la tradición de tocar esta obra musical en las bodas surge con la boda de la princesa de Alemania Victoria de Sajonia Coburgo Gotha con el príncipe Federico III. Como puede verse, la actual costumbre popular tiene en realidad un origen muy aristocrático.
Pareciese que la mentalidad actual, so pena de parecer machista, en particular en algunos colectivos femeninos,  es sostener que la boda debe ser un momento único y maravilloso, completamente idealizado y sobre todo que debe ser un reflejo patente del estilo de vida que ambos desean, aspiran y al cual tienen o tendrán acceso en su vida futura. Toda esto se debe transmitir mediante el ritual de la celebración y así entre más grande dicho ritual, mejor.
Aunque parezca contrario a nuestra sensibilidad considerar el matrimonio como un bien o servicio que adquieren dos personas por mutuo acuerdo, la boda es en muchos casos el consumo de un bien más, el cual tendrá un vínculo directo con la capacidad adquisitiva y de endeudamiento de la recién pareja de esposos, por lo tanto habrán bodas en las cuales muchas veces no alcanzará, ya sea por lejanía de la tecnología o las tendencias de la moda, ni para la famosa marcha nupcial, así como existirán bodas que además de tener una celebración civil previa, tendrán una boda religiosa  de esas que encienden la imaginación del colectivo con su fastuosa celebración.
En el mismo sentido, quizá valga la pena mencionar lo que nos dice Thorstein Veblen, sociólogo estadounidense del siglo pasado en su famosa obra “Teoría de la clase ociosa”: “La riqueza o el poder deben ser exhibidos, pues la estima sólo se concede a cosas que se ven. La demostración de riqueza, no sólo sirve para que los demás se den cuenta de nuestra importancia y mantengan viva y despierta esta impresión, sino que sirve también para edificar y preservar la propia autocomplacencia”. Considero que este párrafo nos permite comprender la aparente necesidad y a la vez lo superfluo de lo que se define como un lujo: “Demasía en el adorno, en la pompa y en el regalo”.
Como ejemplo de los contrastes, el 9 de septiembre del presente año, 17 parejas contrajeron matrimonio en el despacho de un alcalde de AMSS, 341 en lo que va del año y 1,431 desde el 2009. Esto ha sucedido en tan solo una de las 262 alcaldías del país. Como puede verse, son miles las parejas que no tienen el privilegio de hacer su entrada con la marcha nupcial y debido a sus limitantes económicas no pueden acceder a una boda (producto o bien económico) más…suntuosa, porque evidentemente lo digno no tiene nada que ver directamente con el poder adquisitivo.
Reiterando la advertencia inicial de que mi intención no es juzgar moralmente el uso del dinero de los privados, me gustaría plantear mi propuesta en términos estrictamente prácticos y económicos: 1. El país necesita mas ingresos de cualquier vía legal para invertir en mas obras sociales (acá se asume que cualquier nueva recaudación será administrada de manera eficiente y transparente); 2. Estamos de acuerdo que quien tiene más pague más y las bodas desde nuestro punto de vista no deberían ser la excepción de clasificarlas como un bien más, y dado el caso como bienes lujosos 3. Por lo tanto podría trabajarse en la definición e identificación del momento económico de la boda (pagos a un hotel o cualquier establecimiento por reservaciones para bodas, reservaciones a empresas organización de bodas, etc.) para así aplicar un impuesto similar al mecanismo del impuesto sobre la renta.
Al fin al cabo el deseo y la tradición por casarse seguirá teniendo una demanda bastante inelástica (cambio en el precio no afecta o afecta poco la cantidad demandada), y por ende los que pueden y quieren pagar bastante por una boda  siempre lo seguirán haciendo, aún si pagan un poco más.