jueves, 4 de noviembre de 2010

Columna transversal: ¿Un premio para la raza?

¿Quién recibió el premio Nobel de Literatura 2010? ¿Perú? ¿América? ¿América Latina? ¿La raza? ¿La lengua española? ¿O Mario Vargas Llosa?

Todas estas versiones las he encontrado en los medios y en las tertulias. La menos frecuente es la última. O sea, casi nadie entiende el premio Nobel como un reconocimiento al esfuerzo personal e individual de un escritor.

De repente los periódicos o revistas publican especies de "medalleros", como si se tratara de Juegos Olímpicos: ¿Qué país, qué continente o subcontinente, qué lengua ha ganado más premios Nobel de Literatura? Resulta que el equipo de la lengua española está llegando cerca al equipo de la lengua alemana...

Resulta que los latinos son buenos en las disciplinas de fútbol, literatura y béisbol; son regulares en paz, pero siguen pésimos en gimnasia, física, química, patinaje, economía y natación.

Me alegré mucho cuando anunciaron el premio Nobel de Literatura para Mario Vargas Llosa. Me encanta como narrador, me provoca reflexión como ensayista, me enseña como periodista, me convence como político. ¿Me hubiera alegrado igual si la elegida hubiera sido Isabel Allende? No, porque detesto sus libros.

Aquí celebran un premio Nobel para un latino de la misma manera como una victoria del Real Madrid contra el Chelsea, o el Bayern, o cualquier otro club que no sea latino. Incluso los que no saben de literatura y nunca han leído una novela de Vargas Llosa, se sienten orgullosos del "undécimo Nobel para la Literatura en español", igual que los panzones en los sports bars se sienten reafirmados en su masculinidad latina por un triunfo del Barca sobre unos rusos, o de Argentina sobre Holanda.

Hasta los peores futbolistas salvadoreños se sienten reivindicados por un triunfo del Real Madrid o del Barca, dependiendo del sujeto de su proyección, y los escritores más mediocres de América Latina se sienten galardonados con el premio que ganó Vargas Llosa. Pero, es la extraordinaria obra de Mario Vargas Llosa que recibe el galardón, no todo la cursilería que también se escribe en español.

El Nobel de Literatura 2010 no es el triunfo de un escritor latino sobre sus colegas que escriben en francés, chino o alemán. Es el triunfo de un escritor incómodo, profundo, sencillo sobre las obras mediocres, oportunistas y de moda, en español o en cualquier otra lengua. No es un triunfo de la literatura latina, sino de la literatura contracorriente.

Cuando otorgaron el premio Nobel de Literatura a José Saramago (en 1998), sentí mucho más satisfacción que un año después, cuando el premiado fue Günther Grass, aunque éste escribe en mi idioma alemán sobre mi país y mi cultura. Y la mayoría de los autores alemanes se pronunciaron en contra del nombramiento del poeta alemán Gottfried Benn para el Nobel y celebraron los premios para autores como André Gide (Francia, 1947), Bertrand Russell (Inglaterra, 1950), o Albert Camus (Francia, 1950).

Cuando yo comencé a estudiar literatura en Berlín, todos los que nos sentimos parte de la nueva generación de escritores europeos (de todas las lenguas) nos sentimos orgullosos de que en 1964 el elegido era el maestro Jean Paul Sartre (aunque después muchos nos decepcionamos cuando Sartre se negó a recibir el premio, con argumentos políticos que no compartimos; decía que los premios Nobel de Paz tenían un tinte anticomunista).

Tampoco es cierto que en América Latina el nacionalismo o racismo se impongan siempre sobre las lealtades a principios y el reconocimiento de valores trascendentales. Me recuerdo que los premios Nobel de Paz para Adolfo Pérez Esquivel (1980), Oscar Arias (1987) y Rigoberta Menchú (1992) no tuvieron, ni siquiera en América Latina, la misma aceptación universal como los premios para los dos luchadores surafricanos contra el racismo y por la reconciliación, Desmond Tutu (1984) y Nelson Mandela (1993). Ellos sí representan valores universales, mucho más allá de su raza y su nacionalidad.

Hay que dejar de pensar en categorías de nación, sangre, raza en un mundo donde las fronteras empiezan a borrarse. De repente nos damos cuenta de que los criterios de calidad y los valores son universales. Y que todas la naciones, razas, clases y culturas están divididas en valores y anti-valores.

(El Diario de Hoy)